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domingo, 4 de marzo de 2012

Más tesoros del Hermitage


Dicen los expertos que la mujer que Picasso representó en La bebedora de absenta es Soledad, una prostituta que quizá frecuentaba Els Quatre Gats, el café parisino del que eran asiduos los artistas barceloneses que gustaban pintar mujeres solitarias sentadas a las mesas del café. Este es uno de los tesoros del Hermitage, de los que os he hablado en una entrada anterior, que todavía podemos disfrutar en el Museo del Prado. Este cuadro es una belleza; me fascina el modo en que la mujer hunde la cabeza entre los hombros, la cara apoyada en la mano, la forma de abrazarse, esos labios contraídos, tan absorta en su desolación. En el reverso de este cuadro se pueden ver los primeros trazos para otra obra, cubiertos con pinceladas de pintura azul y amarilla, probablemente unas bailarinas. En aquellos años la situación económica de Picasso no era muy boyante, y solía utilizar ambas caras del lienzo.















Lo más impactante de El estanque en Montgeron, de Claude Monet, es la vivacidad con la que se nos representa la cambiante luz sobre la superficie del agua, los rayos del sol, su temblor a causa de la brisa. Mirando el lago se percibe perfectamente esa vibración. Y, sin embargo, Monet no pintó este cuadro al aire libre, en contra de lo que resultaba práctica habitual en los impresionistas, de la que él participaba, sino que lo hizo en el estudio a partir de un boceto. Su maestría en la captación de ese instante es innegable. Todo movimiento frente a la quietud de Amanecer en las montañas, de Caspar David Friedrich, que os muestro a la derecha. Esta impresionante panorámica corresponde a la cordillera Riesengebirge, basándose el cuadro en unos bocetos que el artista tomó durante un viaje a pie por esos parajes. Me gusta el contraste entre la presencia de los pastores y las ovejas, en primer término, y la infinitud que define la sucesión de colinas, lo que le da una sensación de ensoñación.




















Este Niño con una fusta es Étienne Goujon, hijo del senador del mismo nombre que encargó a Renoir los retratos de sus cuatro hijos. Renoir gustaba de pintar niños, en general con aspecto saludable y decidido, hasta el punto de que todos sus retratos infantiles tienen mucho en común. Los expertos destacan de este lienzo la mezcla de estilos al convivir el colorido y la factura del impresionismo(presente en el paisaje y en el vestido del niño) con las líneas nítidas con las que pinta su rostro, desconocidas hasta entonces en el impresionismo. A la derecha, para mi gusto uno de los cuadros más hermosos de Cézanne, Paisaje azul, un cuadro precursor del expresionismo, de una fuerza expresiva apabullante. Estuve mucho tiempo mirándolo. Una belleza.


















Otros dos lienzos extraordinarios de Picasso: Mujer sentada, muy probablemente un retrato de Fernande Olivier, amante del pintor durante la primera década del siglo XX. Resulta sorprendente como una mujer de líneas tan contundentes, una figura tan sólida en la que predominan las líneas rectas, un cuerpo tan pesado pueda inspirar la sensación de ternura y delicadeza que transmite. Picasso amaba a esta mujer cuando la pintó, se palpa en el cuadro. A su lado otra obra bellísima, Niño con un perro, una aguada perteneciente a este conjunto de cuadros protagonizados por artistas ambulantes y saltimbanquis realizados por Picasso a principios de 1900. Este mismo personaje aparece en un cuadro posterior, Dos acróbatas con perro. Y cierro con Rousseau, el Aduanero, que firma Ataque de un tigre a un toro. En la selva tropical, pintura exuberante de la que os hablé largamente en una entrada anterior.
Pero todavía quedan muchas maravillas en el tintero. Uno de estos días, en otro comentario, os contaré más.

1 comentario:

  1. que agradable reencontrarme con tu casa y nada menos que con estas bellas obras. saludos...

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