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lunes, 22 de noviembre de 2010

Un paseo por la Residencia de Estudiantes


Cuando se cumplen cien años de la inauguración de la Residencia de Estudiantes de Madrid, un atardecer de mediados de noviembre, me acerco caminando. No hace demasiado frío y La Colina de los Chopos, como la llamó Juan Ramón Jiménez, se encuentra en una zona muy agradable para pasear. Escribió el poeta: "Ahí están, echados todavía en el suelo, con sus raíces en el esportón de tierra madre, oliendo a vida y esperanza. Han traído tres mil, y todos vamos a sembrar los nuestros". Y ahí siguen, magníficos.

El jardín resulta mágico a esta hora del día. Huele intensamente a romero. Paseo y me imagino a García Lorca, a Dalí, a Buñuel, a Pepín Bello haciendo lo propio, o jugando al tenis, o tumbados a la sombra de un chopo leyendo o charlando. Por estos jardines caminaron Le Corbusier, Madame Curie, Gregorio Marañón, Maruja Mallo, Ortega y Gasset, Ramón y Cajal, por no hablar de Alberti, María de Maeztu o María Zambrano. La Residencia de Estudiantes fue un lujo para este país.


En uno de los pabellones se conserva la habitación de García Lorca tal como él la tenía. Han colocado unas escaleras delante de la ventana iluminada y puedes asomarte al interior del dormitorio. Siempre me ha encantado espiar el interior de las casas ajenas: recuerdo la de Goethe en Frankfurt y la de Rembrandt en Amsterdam, fascinantes. Se sabe todo de alguien contemplando sus cosas.













Aquí dormía, leía, dibujaba, escribía García Lorca. En la pared, junto a la raqueta de tenis, una reproducción en papel del Efebo rubio, la cabeza de un kuros del 490-480 antes de Cristo que se encuentra en el Museo de la Acrópolis de Atenas (rubio porque conserva parte de pigmento amarillo en el pelo) y que fue escogido por Ricardo de Orueta en 1913 como emblema de la Residencia. A su lado, una lámina de Los girasoles de Van Gogh. Banderines, un plato de cerámica, un cuadro, probablemente de Dalí y, bajo la lamparita, una reproducción de La bordadora, de Vermeer. La cama, con la colcha y los almohadones coloristas, tiene un aire oriental, a "cama turca", tan del gusto del poeta. Estantes con libros (me habría encantado poder acercarme a ver los títulos), objetos domésticos como el juego de té, tazas, platos y vasos, botellas de licor, la tetera de loza y la palangana y la jarra para su aseo personal.













Sobre el escritorio, un libro abierto, como si el poeta acabara de levantarse de la silla y fuera a retomar la lectura en un momento, y una carta manuscrita. Emocionante. Quizá escribiera aquí alguno de sus anáglifos. "Los anáglifos consistían en una especie de mínimos poemas, ocurrencias graciosas que constaban (...) de tres sustantivos, uno de los cuales, el del medio, había de ser la gallina. (...) La dificultad y la gracia de un buen anáglifo radicaba en que el tercer sustantivo no tuviese la más remota relación con el primero. (...) El anáglifo llegó a ser una verdadera epidemia. Hasta personas graves, como Américo Castro, cayeron en la tentación", escribió Rafael Alberti. Un ejemplo de anáglifo:

El búho,
el búho,
la gallina
y el Pancreátor.

Y un segundo ejemplo:

El té,
el té,
la gallina
y el Teotocópuli.

García Lorca inventó el anáglifo barroco:

Guillermo de Torre,
Guillermo de Torre,
la gallina
y por ahí debe andar algún enjambre.














Vemos a Dalí, García Lorca y Pepín Bello ante la entrada del pabellón central, cogidos de la mano, y a la derecha una imagen de la Residencia tal como era entonces.

Recorro la exposición con la que se conmemora el centenario. Fotografías, vídeos y paneles explicativos, objetos, libros. Palpas lo que debió ser en aquellos años, una eclosión de vida, un lugar para la libertad, la creatividad y el estudio. "Desde sus inicios, en la Residencia se genera un ambiente propicio para el trabajo, la creatividad y la búsqueda de la excelencia, pero también para la alegría, la diversión, el ingenio y, muy especialmente, el diálogo entre las diferentes procedencias, edades y dedicaciones profesionales. Este ambiente favorecía la tolerancia y la educación integral de sus estudiantes, fortaleciendo la convivencia entre las diferentes disciplinas. Las ciencias, el pensamiento, la música, las artes escénicas, la arquitectura, las artes plásticas y la poesía forman parte de la vida cotidiana de la Residencia". Según reza uno de los paneles explicativos, la mayor parte de los estudiantes procedían de Andalucía, Asturias, León, País Vasco y Navarra.












Cuando salgo casi es de noche. Frente al pabellón central, unos grafitis y un collage realizado con calendarios en los que se anuncian las actividades que tienen lugar en la institución, obra de Sandra Rein, titulado Tejido por la casa. La Residencia de Estudiantes sigue viva.

Este documental no tiene desperdicio. Imágenes, testimonios, anécdotas.

2 comentarios:

  1. Qué gozada de documental! Gracias mamá por publicarlo. Un lujo.

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  2. Visto ahora con la perspectiva del tiempo, y muy especialmente tras la lectura de todo cuanto nos has relatado, me parece mentira que un día estuviese allí, tan cerca, estudiando.

    Indudablemente, tuve suerte.

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