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jueves, 4 de noviembre de 2010

Wall Street, el dinero nunca duerme


En 1987 Olivier Stone dirigió Wall Street, protagonizada por Michael Douglas (trabajo por el que consiguió un Óscar) y Charlie Sheen. Se contaba la historia de un joven y ambicioso agente de bolsa que intenta abrirse camino en Wall Street y hacerse rico como empleado del magnate Gordon Gekko (Michael Douglas) hasta que se da cuenta de sus actividades delictivas y debe tomar partido. Veintitrés años después el director nos ofrece la que puede considerarse continuación de aquella, Wall Street, el dinero nunca duerme, en la que rescata al financiero Gordon Gekko recién salido de la cárcel y dispuesto a recuperar tanto a su hija como el dinero y el poder que perdió. En esta ocasión, además de con un Michael Douglas veinte años mayor, cuenta con los jóvenes Shia LaBeouf y Carey Mulligan, y con la intermitente aparición de una inolvidable Susan Sarandon.

De la película lo que menos me gustó fue lo pastelero tanto de la historia de amor como de la relación padre-hija, propia del Hollywood más cursi y políticamente correcto pero, si hacemos abstracción de ello, la película resulta más que entretenida, impactante. Su incursión en el mundo de las altas finanzas, de los lobbys, del poder resulta muy creíble y, embarcados en la preocupante realidad en la que estamos inmersos, indignante. No nos descubre nada que no supiéramos, pero coloca ante nuestros ojos la realidad con gran verosimilitud. Y sales del cine debatiéndote entre abrazar el anarquismo y hacer saltar el sistema o encerrarte en tu casa entre libros y música y olvidarte del mundo.

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