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sábado, 4 de agosto de 2012

"La tentación del geómetra", de José Carlos Llop


Soy de letras pero amo la geometría:
el rombo de Michaelis, los hemisferios
de las nalgas y su elipsis sagrada,
la abultada perfección de la vulva
o la curva del empeine, que adoro,
como la línea que cruza el envés
de la rodilla, o la inclinada tangente
de la nuca. Amo las esferas
como albaricoques o ciruelas,
la bahía entre cuello y hombro,
los suaves arroyos del interior
de las muñecas y el esplendor
del Bósforo entre los muslos,
con Estambul al fondo y Asia,
detrás. Porque soy de letras
sé, que la oculta tentación
del geómetra es la geografía:
trazar las cartas marítimas
sobre una piel desconocida,
detenerse en la tensa
parábola del pezón,
marcar las coordenadas
y sus límites y saber del calor
tropical de sus puertos,
donde los pájaros blancos
surgen de los manglares
y alzan, cantando, el vuelo:
última magia de la simetría.

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