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sábado, 2 de noviembre de 2013

"El viaje definitivo", de Juan Ramón Jiménez

El viaje definitivo

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostálgico...

Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...

Y se quedarán los pájaros cantando.

2 comentarios:

  1. Apollinaire desvelado2 de noviembre de 2013, 0:47

    La otra noche, en una duermevela,
    escribí una carta de amor en mi cabeza,
    y me parecía hermosa y digna de mi amada.
    Las palabras brotaban insensibles, sin esfuerzo,
    y deseé enardecido que llegara la mañana.
    Y cuando el sol se deslizó por los resquicios
    del negro cortinón que vela la ventana,
    y se evaporaron los efluvios de la noche
    y reparé otra vez en la grieta que cruzaba
    de lado a lado el techo, en el grabado...,
    me pareció ridículo, pueril, una bagatela,
    aquello que entre sueños tenía por magnífico:
    Todo se consumió en fuego fatuo de duermevela.

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    1. Nunca hallará nadie puerilidad en tus palabras, mi querido Guillaume. La noche es buena consejera: ella nos invita a volar, en su seno todo está a nuestro alcance. Lástima de esa carta que nunca llegó a su destino. Que tenga más éxito mi beso

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