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viernes, 6 de diciembre de 2013

Algo más sobre William Christenberry

"La primera vez que arranqué un cartel de una casa, que era un cartel viejo de Grapette, fue en 1964. Estaba en la Casa del Quiromántico. Grapette era un refresco muy popular. Lo inserté en una construcción de pintura-escultura que estaba haciendo por esas fechas. Desde entonces he recogido más de trescientos carteles, casi todos en Hale Country". Esa atracción por pintadas y carteles está presente en la exposición de la Fundación Mapfre (de la que os hablé hace unos días) no solo a través de sus fotografías, sino como un gran collage que reune publicidad de artículos variopintos: tabacos, refrescos, asociaciones religiosas, y un sin fin de avisos curiosos.










"Me interesan los carteles por los colores, las texturas, la herrumbre, los agujeros de bala, la decoloración que produce el sol. Me fascina que la necesidad lleve a la gente a hacer carteles con lo primero que tiene a mano".











Otra parte significativa de la muestra está dedicada al Ku Klux Klan, encabezada por la fotografía que veis a la izquierda. Así cuenta Christenberry su historia: " Encontré el Klub en 1964. Hice la foto del edificio sin pensarlo mucho, y entré a tomar un refresco. Al fondo del bar vi que había unos tipos de mala catadura jugando al billar. Me acabé el refresco y pagué. Cuando salí, dejaron los tacos y me siguieron a la calle. Se quedaron mirándome desde lo alto de esos escalones mientras yo subía al coche, que afortunadamente tenía matrícula de Tennessee, no de Washington D.C., no matrícula del norte. En aquella época podías ser sospechoso de trabajar por los derechos civiles si llevabas matrícula de otro estado. Iba un poco nervioso cuando salí del pueblo. Al cabo de una semana o así me llegó la foto en papel, y entonces sospeché que me había metido en un bar del Klan. El nombre empieza por K, que es costumbre en el Klan. Y si te fijas en la foto, tiene un aire al Klan. Las ventanas vidriadas forman dos ojos, uno a cada lado de la puerta."















Y no podían faltar los cementerios. Como os comenté en la anterior entrada dedicada a este artista, comparto con Christenberry su fascinación por rescatar del olvido los lugares donde transcurrió su infancia; el tiempo impreso en las texturas de paredes, chapas y carteles; lo kitsch de tantos enterramientos populares, mucho más expresivos que los de la burguesía. Fijaos en la cruz de la derecha, construida a base de hueveras de plástico rosa cosidas, con capullos de rosa clavados. Fantástica.

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