El pragmatismo del lenguaje inventa expresiones que definen
ideas. La expresión de Obra Social hizo fortuna para referirse a la obligación
bancaria de devolver a sus entornos algo de lo que extraía de ellos. De entre
las ruinas que deja la crisis no ha habido casi nadie que lamente la
desaparición de las cajas, arruinadas desde dentro por esmerados profesionales
de ese arte de vaciar la riqueza de tu empresa mientras cobras un sueldo
estremecedor. Arte que ahora apreciamos con enfado, pero evidente admiración.
Sí, señores. Para proceder al butrón practicado desde el despacho directivo y
no desde un local anexo era imprescindible la colaboración de un manto político
expresado en consejos de dirección donde figuraban desde tontos útiles hasta
tontos inútiles, pero siempre todos haciéndose el tonto, como se desprende de
sus rarísimas declaraciones ante los tribunales que se atreven a juzgar estos
casos.
Una vez destrozado el juguete, la sociedad da por perdidos
sin remedio esos flecos de obra social. Hoy, cuando el emprendimiento es una
expresión que todos acarician pero que casi nadie aviva, la gente con ideas se
ve obligada al exilio o el desánimo. Pero la obra social necesitaría extenderse
más que nunca como refugio de una sociedad que provoca desarraigo, violencia y
soledad. Para entender esta deriva es necesario permanecer atento y sosegado
frente a muchas noticias. Muchas veces la tendencia consiste solo en recrearse
en sus formas más morbosas, —que si martillazos, que si cuchilladas, que si
suicidios o envenenamientos—. La noticia se pervierte si uno se queda en la
superficie.
Pero, si ahonda, se descubren carencias, una precariedad de
medios de vida casi insultante que imposibilita mirar hacia adelante, que
enquista los rencores y dificulta que mucha gente pueda aspirar a un futuro
decente, lo cual siempre provoca un violento presente. Obra social puede
definir esa imperiosa necesidad de una economía de la decencia, que sea
rentable pero también contribuya a la convivencia. Prueben a establecer su
propia categoría y definición cuando oigan hablar de nuevos crímenes y sucesos
escabrosos: basta con trazar una línea que transparente su relación directa con
la crisis. Es violencia económica. Como hay violencia machista, racista,
ideológica o religiosa.
David Trueba, diario El País, 1 de mayo de 2014
Habla muy bien cuando dice que se trata de violencia económica. De alguna manera, cuando entró la economía a gobernar entró al unísono la violencia. Se podría hablar hasta de pleonasmo cuando tildamos de violencia a la economía, y da igual que lo hagamos ahora ante este hecho puntual que ante otros. Yo siempre defenderé el trueque. El problema ahora: ¿quién hace qué y para qué o quienes?
ResponderEliminarPero al poder no le interesa hacer esa lectura. No le interesa poner solución. Y así vamos. Te sigo en tu blog, Tempero. Excelente. Desde aquí lo aconsejo una vez más a los visitantes de Mi casa. Un abrazo
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