Los conquistadores de Indias oyeron contar a unas tribus
indígenas que en algún lugar al norte existía una laguna llena de oro, producto
de una ofrenda ritual, que un rey cada año ofrecía a los dioses. Así nació la
leyenda de El Dorado. Los conquistadores atravesaron selvas y cordilleras, ríos
caudalosos y ciénagas ponzoñosas en busca de ese tesoro sumergido. El Dorado
siempre estaba más allá, en otra parte y nunca fue encontrado, pero esa leyenda
sirvió de poderoso acicate para despertar nobles sueños del alma humana, no
solo la codicia. Como el Santo Grial o la Piedra Filosofal, el mito de El
Dorado es una pauta del espíritu, un ideal de pureza y de resurrección. En
política El Dorado también existe. Es ese sueño de igualdad, libertad, moral
pública y regeneración, que la izquierda cree poder alcanzar. Ahora, unos con
la nariz tapada, otros con el empeño juvenil de que cambiar el orden de las
cosas, muchos ciudadanos han llegado al pie de las urnas municipales y
autonómicas con la ilusión de aquellos conquistadores, que vencieron toda
suerte de adversidades atraídos por la leyenda de El Dorado. Ingenuos o
resabiados, los votantes de izquierdas que han conseguido colocar a sus líderes
en la ruta hacia la laguna de oro, esperan que esta vez el pacto leal entre
partidos y plataformas progresistas se sobreponga a la ambición, codicia y
egoísmo de los mediocres. En general, para la derecha la política no es sino la
proyección de sus intereses privados; en cambio, se supone que para la
izquierda la política es un ideal de limpieza moral y de regeneración pública.
¿Qué conquistador será el primero en confundir El Dorado con un caudal a sus
expensas en el que se puede meter mano?. No debe volver a pasar. Bastará con
que se corrompa un concejal de izquierdas para que se destruya todo un sueño y
el Dorado deje de existir una vez más.
Manuel Vicent, diario El País, 31 de mayo de 2015
Estoy leyendo a Juan Goytisolo y me está afectando al carácter. Sueño mucho con Marrakech. Ahorita estoy con "Señas de identidad". Siento rarito. Tengo el pálpito de estar en vísperas de algo importante. Pero..., ¿por qué puerta va a salir al ruedo el morlaco? ¿Lo ves?: no me he apeado del impacto Padilla. Y va para cinco años... Y sigo soñando con toros, toreros, Marruecos, castellets, arponeros en tierra, un libro en la Rambla de las Flores, el banco de trencadís, un té en Salterio, la tersa mejilla de Colau... Y Goytisolo que me dice: ¿Cómo has podido ignorarme tanto tiempo, jai? Y yo: Te presentía sin leerte, hermano. Además, creo que te reconozco en aquél bereber que me pelaba los higos chumbos a punta de faca, en el zoco de Septa, junto al foso de los portugueses.
ResponderEliminarEl poder de la palabra. Finito.
Vive cerca de la Plaza Jamaa Fna (no s'e si lo he escrito correctamente), un lugar fascinante. Besos, querido
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