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lunes, 12 de diciembre de 2011

Sabato&Mordzinski: "Al otro lado del túnel"


"Daniel tiene la capacidad de transformar la luz en imágenes, que él -yo no entiendo cómo- convierte en expresiones extraordinarias". Así definía Ernesto Sábato el trabajo del fotógrafo argentino Daniel Mordzinski que estos días reune en una exposición organizada por el Instituto Cervantes de Madrid, una selección de retratos de Sabato realizados a lo largo de quince años.














Mordzinski lleva más de treinta años fotografiando a escritores iberoamericanos. Os he mostrado algunos de sus trabajos en entradas anteriores. Yo he tenido la suerte de verle en acción, incluso me fotografió en una ocasión bailando en la boda de unos amigos comunes. Una foto preciosa que perdí de vista.





















La colección de imágenes que ahora nos ofrece "retratan" a Sabato, van más allá de su gesto o su postura. Lo cuenta maravillosamente su hijo Mario en el catálogo de la exposición. Un bonito relato.












"El primer intento no fue afortunado. Vivo lejos de la ciudad y fui especialmente para verla. Di la vuelta por la rotonda del Obelisco, con la idea de verla desde el auto, yendo hacia el sur por la avenida 9 de Julio, algo que no debería tener dimensiones épicas para aquellos que todas las tardes toman ese camino para volver a sus casas. Pero ese día, como tantos otros en la convulsionada Buenos Aires, la rutina -una vez más- se había ausentado para dejar lugar al caos. Atosigado como estaba por la multitud de autos que me perseguía y que me rodeaba, no podía distraerme. Apenas pude mirarla de reojo, furtivamente. Asomaba, en breves fragmentos, entre los árboles que sobreviven en esa avenida que los argentinos, con nuestro empeño de ser especiales, llamamos la más ancha del mundo. Pude ver, apenas, los ojos que tantas veces había visto, vi algo de las malezas que anunciaban la pequeña selva que hoy rodea la casa. Era gigantesca, como me habían dicho. Debía medir unos sesenta metros de largo por unos treinta de alto. Me aturdió más la emoción que los bocinazos.













La imagen había tenido una gran repercusión periodística. Pero yo no había querido verla en los diarios y en la televisión. Verla era un hecho íntimo, que no admitía intermediarios. Tenía que estar allí, mezclado entre las miles de personas que todos los días le dedicaban una mirada. Y así lo hice. Al día siguiente, y a pie, estaba frente a ella, separado solo por los cien metros de ancho de la avenida 9 de Julio. Quería verla como pensaba que lo hacían todos, sin detenerme. Pero no pude. Y me di cuenta de que no era el único. Muchos interrumpían su camino se quedaban mirándola, asombrados, emocionados. Como yo.














Solo el pudor impidió que les dijera que ese que estaba allí, en esa fotografía tan hermosa, era mi padre. No me animé, pero además hubiera sido injusto. Todos ellos, como tantos argentinos, sentían que era su padre, y lo lloraban. Había muerto hacía pocos días. Esa foto de Daniel conmocionó a la ciudad. No lo hubiera hecho de la misma manera cualquier foto, más allá de la veneración que se sostiene aun con las imágenes más modestas. La foto de Daniel descubría el alma de mi padre, el sustento mismo de la admiración y el cariño que le tienen los argentinos.

(...) Daniel tiene el talento del segundo mágico, irrepetible. Debe ser porque no es un fotógrafo. Es un escritor que escribe con imágenes. Imágenes que detienen el tiempo pero que lo prolongan en el que las mira. El que se hunde en sus fotos sabe cómo es el alma del que retrata, cómo fue su vida, y puede imaginar, inclusive, qué destino le espera."

La fotografía a la que se refiere Mario Sabato es la que os muestro a continuación, tomada desde el coche en la avenida 9 de Julio. La misma con la que abro el comentario.

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