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viernes, 30 de diciembre de 2011

Museo del Romanticismo. El dormitorio, un reducto para la intimidad

El dormitorio, el último reducto para la intimidad. Esta habitación, el dormitorio del ama de casa de este precioso palacio del que os voy hablando en entradas sucesivas, hoy sede del Museo del Romanticismo, es una tentación irresistible para un espíritu cotilla como el mío. Me obligan a mirar desde una distancia prudencial, me vigilan. La cama es de caoba, tipo góndola, muy estilo imperio, cubierta por un amplio dosel que servía para conservar el calor. A su lado, una cuna de estilo fernandino. Un biombo tras el que la dama se desvestía, un costurero, un "paje" en el que retocarse, un escritorio, la mesita de noche tras cuya puerta frontal se guardaba el bacín.


















El tocador, en la fotografía de la izquierda, es un mueble precioso con labores de taracea en madera clara. Sobre él, varios frascos con perfumes y esencias y un juego de tocador de opalina verde. En ellos guardaban el "aceite viejo" mezclado con yemas de huevo para embellecer la piel; aguas de lis, del Ángel y de Atenas; crema de pepinos; jabones y perfumes de rosa, bergamota, limón o violeta.

No nos olvidemos del boudoir, pieza clave de la intimidad femenina importado directamente de París. Es una habitación de uso exclusivamente femenino, destinada a la dueña de la casa y sus amigas. Allí pasaba las tardes leyendo, escribiendo, cosiendo o de tertulia con sus más íntimas visitas. La decoración del boudoir solía contar con algún elemento orientalizante.














En los textos de la época es muy común el término "maqueado", del japonés "makie", una laca o barniz dorado muy apreciado en los muebles de entonces. Gozaron de gran popularidad unos muebles de papel maché, elaborados por los ingleses Jenning y Bettridge, cuyo acabado recuerda mucho los lacados orientales.

















En las vitrinas se exponen algunos objetos típicamente femeninos: joyas y bibelots, porcelanas, polveras, joyeros, cajitas. A la derecha os muestro una curiosa colección de carnets de baile. En aquella época las mujeres apuntaban en estos pequeños cuadernos los bailes que les iban solicitando los caballeros. Según la calidad de estas pequeñas libretas se suponía el status social de la dama.













Y entramos en los dominios masculinos. Este es el dormitorio del cabeza de familia, mucho más sobrio que el de su mujer. La cama es estilo Carlos IV, una pieza preciosa con marquetería y aplicaciones de bronce dorado. Un sencillo tocador con los útiles de aseo, un espejo, unas butacas y la mesita de noche completan el mobiliario.

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