Hace unos días os comentaba que había comenzado a leer Leonora, la biografía sobre la pintora Leonora Carrington escrita por la premio nobel Elena Poniatowska. Años atrás estuve investigando sobre la pintora surrealista con la pretensión de incluirla en un proyecto de libro que nunca llevé a cabo, La mujer del cuadro, pero cuya preparación me permitió acercarme a la vida de un puñado de mujeres singulares, protagonistas de cuadros que por uno u otro motivo llamaron mi atención. A Mi Casa traje alguno de ellos.
Este autorretrato de Leonora Carrington se encontraba entre los elegidos, y vuelvo a él a través de la sugerente prosa de Poniatowska. Un lienzo en el que vemos a la pintora vestida de amazona, con su hermosa cabellera como crines
(- ¿Me estás diciendo que yo no soy un animal? -le pregunta atónita Leonora a su madre.
- Sí, eres un animal humano.
- Yo sé que soy un caballo, mamá, por dentro soy un caballo.
- En todo caso eres una potranca, tienes los mismos ímpetus, la misma fuerza, te lanzas sobre los obstáculos y los brincas, pero lo que yo veo frente a mi es una niña vestida de blanco con una medalla al cuello.
- Estás equivocada, mamá, soy un caballo disfrazado de niña.
Tártaro es un caballito de madera en el que, desde niña, se columpia varias veces al día. "Galopa, galopa, Tártaro." Sus ojos negros centellean, su rostro se afila, su pelo es la crin de un corcel, las riendas se mecen locamente en torno a su cuello, que se alarga).
Me resulta delicioso ir leyendo y mirando su pintura a un tiempo, compartir la mirada de Poniatowska sobre la artista y su obra. O lo iré contando.
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