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martes, 27 de diciembre de 2011

Museo del Romanticismo, la vida privada en el siglo XIX


Durante las primeras décadas del siglo XIX la casa adquirió una gran importancia como lugar de ocio tanto social como privado. En la zona noble, dedicada a "recibir", se mostraban los muebles, adornos y obras de arte que denotaban el status económico y social de la familia. En una entrada anterior os mostré las distintas piezas que solían conformar esta parte de la casa. Se organizaban bailes, cenas, tertulias, funciones teatrales y soirées musicales. Los hombres jugaban al billar, las amigas se reunían a merendar y jugar a las cartas. Según el nivel de confianza, las visitas accedían a rincones más íntimos de la casa.













Esta es una de las piezas que más me gusta de este palacio, el comedor, cuya importancia se acentúa en la época isabelina, siendo utilizado fundamentalmente para las cenas ya que las demás comidas se hacían en cualquiera de las salitas que os mostré hace unos días. La mesa velador es de caoba, y es la misma en la que Primo de Rivera ofreció una cena al Consejo de la Sociedad de Naciones. Está vestida con un mantel de hilo adamascado y servicio de porcelana de París de 1829, decorado con la corona ducal. Me encanta el protocolo de las comidas, la belleza de vajillas y cristalerías, los muebles auxiliares. Me lo llevaría todo a mi casa.













El oratorio. Esta habitación me retrotrae a mi infancia. Recuerdo el oratorio de la casa donde nací, el altar, las casullas con las que el sacerdote se vestía cuando venía a decir misa. Una pieza bastante más modesta que esta que os muestro, presidida por el magnífico lienzo de Goya representando a San Gregorio Magno. No conocía este cuadro y me impresionó sobremanera. Solo por contemplarlo merece la pena la visita.

























Esta es la habitación de los niños, conectada directamente con las habitaciones del ama de casa de las que os hablaré en otra entrada. Servía como sala de juegos y dormitorio de los hijos mayores, ya que los bebés seguían compartiendo dormitorio con la madre. Es una sala alegre de mobiliario ligero y resistente, en cuyas vitrinas se expone una colección de juguetes infantiles de la época.


























De la misma manera que en la casa estaban claramente diferenciadas las áreas masculina y femenina, en el cuarto de los niños se identifican a través de los juguetes los distintos roles a los que ambos sexos estaban destinados. Entre las preciosas casas de muñecas me llamó la atención esta, representando a unas monjas en sus distintos quehaceres domésticos. O madre de familia o religiosa, estas eran las opciones.


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