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domingo, 11 de marzo de 2012

"El género no marcado", por Pedro Álvarez de Miranda


"Abro un programa de tratamiento de textos y, sin más, me pongo a escribir estas líneas. Inmediatamente, el sistema tiene que decidir en qué tipo de letra irán mis primeras palabras, y como yo no le he dado orden en contrario las pone en redonda. Es que sin seleccionar algún tipo concreto de letra no puede trabajar, y alguien lo ha programado para que en esos casos el elegido sea el llamado “normal” (o letra “redonda”). Decimos entonces, como se sabe, que dicho tipo interviene o se activa por defecto.

Pues bien, el concepto de por defecto en informática es muy similar al concepto de no marcado en lingüística. La letra redonda es, frente a la cursiva o la negrita, la letra que actúa por defecto. También podemos decir de ella que es, frente a aquellas dos, la letra no marcada.

Cuando yo construyo una frase en que un adjetivo debe concordar con dos sustantivos, uno masculino y otro femenino, necesito que ese adjetivo (si tiene variación de género; muchos no la tienen) vaya en uno de los dos géneros. Uno cualquiera, en principio... Lo que no puede es no ir en ninguno, porque el “sistema”, para funcionar, necesita que uno se imponga por defecto. Tampoco puede ir en los dos, porque su presencia simultánea es incompatible en una sola forma, del mismo modo que una misma palabra no puede estar escrita al mismo tiempo en redonda y en cursiva (sí, por cierto, en redonda y en negrita). Sí puede, pero no debe, duplicarse el adjetivo, porque ello atenta contra un principio fundamental en las lenguas que es el de la economía, al que también podríamos llamar “del mínimo esfuerzo”. Así, no nos queda más remedio, en nuestra lengua, que decir los árboles y las plantas estaban secos, con el adjetivo en masculino. ¿Por qué? Porque el masculino es el género por defecto, es, frente al femenino, el género no marcado.

Del mismo modo, si una persona tiene tres hijos y dos hijas, dirá, interrogado acerca de su prole, que tiene cinco hijos. No dirá que tiene cinco hijos o hijas, ni cinco hijos e hijas, ni cinco hijos / hijas (léase “cinco hijos barra hijas”). Podrá escribir que tiene cinco hij@s, pero esto no lo podrá decir, leer, así que de nada le vale. Yo, a diferencia de mi colega Ignacio Bosque, no he tenido paciencia para echarme al coleto todas esas guías que sobre el lenguaje no sexista han proliferado. Supongo que alguna de ellas recomendará a nuestro perplejo pater familias que diga algo así como esto: Mi descendencia la forman cinco unidades. Pobrecillo.

Desdramaticemos las cosas. No es el masculino el único elemento no marcado del sistema gramatical. Igual que en español hay dos géneros (en otras lenguas hay más, o hay solo uno), hay también dos números, singular y plural (en otras hay más, o solo uno), y el singular es el número no marcado frente al plural. Así, del mismo modo que el masculino puede asumir la representación del femenino, el singular puede asumir la del plural. El enemigo significa, en realidad, ‘los enemigos’. Sumando ambas posibilidades de representación puedo decir que el perro es el mejor amigo del hombre para significar, en realidad, esto: ‘los perros y las perras son los mejores amigos y las mejores amigas de los hombres y las mujeres’. ¿Se entiende ahora un poquito mejor en qué consiste el mentado principio de economía?"

Os ofrezco el arranque del artículo firmado por el catedrático de Lengua Española de la Universidad Autónoma de Madrid, y miembro de la Real Academia Española Pedro Álvarez de Miranda, publicado en el diario El País el 8 de marzo de 2012. Aporta un toque de humor y de sentido común al a veces, a mi juicio, excesivamente crispado debate sobre el género en ellenguaje.

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