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martes, 13 de marzo de 2012

Thomas Mann, Notas de un viaje por el norte de España en 1933


En una entrada anterior os hablé de la revista Bedoniana, un espléndido trabajo de Juan Carlos Villaverde Amieva que trasciende los clásicos anuarios de localidades para convertirse en un referente. Esta publicación compendia artículos, monografías, poemas, fotografías, textos literarios, documentos relativos a un territorio concreto, en este caso el pueblo de Naves y el monasterio de San Antolín de Bedón, junto a la playa del mismo nombre.

En el primer número el profesor de literatura de la Universidad de Oviedo, Álvaro Ruiz de la Peña nos habla del viaje que en 1933 el escritor alemán Thomas Mann realizó a Santiago de Compostela invitado por el cónsul de su país en La Coruña, Marcus Overath, en cuyo trayecto visita Cantabria y Asturias. En su libro de notas relata su paso por mi tierra. Os ofrezco algunos párrafos:

"Los señores marqueses de Argüelles, burgueses enriquecidos con el comercio colonial, han puesto a nuestra disposición varios coches para desplazarnos al pie de las muchas sorprendentes maravillas que se guardan en estas costas. En primer lugar, hemos visto el curioso fenómeno de los surtidores de agua subterránea, una especie de cuevas incrustadas en la tierra que expelen las corrientes del mar hacia el cielo provocando la algazara de los visitantes y, durante años, el terror telúrico de los aldeanos, crédulos de la rica mitología cantábrica. Lo escarpado de la costa y la proximidad de las montañas hacen de este lugar, llamado Prida, un rincón apacible y solitario, cuyo silencio solo se ve interrumpido por las esquilas de las vacas y el cansino y repetitivo ladrido de los perros que las guardan.













Hemos vuelto a subir a los coches para ir a comer a la pintoresca villa marinera de Llanes. Según he podido saber, el crecimiento urbano de este antiguo caserío medieval debe mucho al dinero americano de sus emigrantes que se han construido magníficas mansiones de inconfundible aire colonial en las que nunca falta el árbol de la palma como símbolo de la lejana referencia ultramarina.
(...)
El señor abad del Cabildo de Covadonga, que iba conmigo y con Enma en el coche, después de arrancarme la promesa de visitar el sagrado recinto antes de ir a Oviedo, me ha indicado la conveniencia de visitar un lugar que le resulta especialmente querido: un viejo monasterio del siglo XII que se yergue en las cercanías de una enorme playa que ya habíamos visto por la mañana. Se trata del conjunto monumental de San Antolín de Bidor, antiguo cenobio cisterciense levantado por la devoción de un noble, protagonista de la leyenda que da origen al lugar, según el relato -bastante crédulo- del señor abad. De repente me he visto transportado en el tiempo, ante la magnífica fábrica que se ofrece a mis ojos. El viejo monasterio se alza en medio de un umbrío bosque de castaños y robles, protegido en la angostura de un pequeño valle por el que discurre un río que hubiera hecho las delicias de Hölderling. El propio Rilke, con su tendencia innata a identificarse con los objetos de la naturaleza, habría expresado aquí, mejor que nadie, el gozo de la vida sosegada del campo. Realmente no es para menos y yo me he sentido inmensamente agradecido al señor abad por la oportunidad única que me ha brindado mostrándome este lugar encantador, misteriosamente escondido a la mirada del viajero.
(...)
En compañía del abad, de Enma y de un pintor de la zona -de ideas políticas avanzadas y con quien coincidimos en tan singular entorno- hemos ido vadeando el río hasta su desembocadura en una enorme playa que recibe el nombre del monasterio. Mientras el crepúsculo avanzaba rápidamente, el suave color rojo del cielo hacia el norte había ya palidecido y en la naturaleza reinaba ese estado de transición descolorido, inanimado y triste, que precede a la entrada definitiva de la noche. Minutos antes de que la oscuridad se adueñara enteramente del misterioso paraje, los perfiles del viejo monasterio formaban un cuadro precioso y romántico en la media distancia que de él nos separaba."

Según nos informa el profesor Ruiz de la Peña, el texto completo fue publicado en castellano en 1935 por la editorial madrileña Zeus, traducido por el profesor y filólogo Antonio Tovar bajo el título Viajero por el Sur. En su tradución el profesor Tovar ha respetado algunos errores en los que Mann incurrió al tomar nota del nombre de las localidades: cuando habla de "Prida" se refiere a Llames de Pría, donde se encuentran los gufones a los que hace referencia y que os muestro en las fotos. Un lugar realmente espectacular. También escribe "San Antolín de Bidor", cuando el nombre del monasterio y la cercana playa es San Antolín de Bedón. Y, para los más curiosos, Ruiz de la Peña apunta a que el "pintor de la zona" fuera Cándido Ruiz de las Casas, artista vecino de la villa de Llanes en aquellos años. La imagen del monasterio con la que abro el comentario reproduce una litografía de Francisco Javier Parcerisa, publicada en 1855.

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