"Más allá de la suave vaciedad desprendida de sus labios/ de ese beso que calladamente las delata en su perfidia/ mi corazón, aunque sin pruebas, da fe/ de la misteriosa dentellada de una boca augusta.
(...)
¡Pero basta! El arcano eligió por confidente/ a la gruesa, doble caña tañida bajo el inmenso azul/ que, advirtiendo la turbación de mi rostro/ sueña, en un largo solo musical/ que atraemos a la belleza con falsedad, confundiéndola/ en la inocencia de nuestro cántico/ y que, con tanta altura como la pasión sentida/ una vana y monótona sonoridad emana/ de mi sueño carnal, de la espalda y del delicado perfil/ que yo veo con los ojos cerrados.
(...)
Mis ojos, atravesando juncos, se prendían/ en cuellos inmortales que aliviaban su ardor en las aguas/ y hendían con penetrantes gritos/ la culminación celeste de los bosques./ El esplendor de los bañados cabellos se desvanecía/ / en claridades temblorosas, ¡oh pedrería refulgente!
Me acerqué y de pronto a mis pies, entrelazadas/ azarosamente reunidas por sus brazos/, vi a las durmientes/ lánguidamente heridas por el doloroso placer de ser dos y no una./ Y las rapté sin separarlas. Volamos/ a un macizo de rosas que, desdeñadas por la indiferencia de la sombra/ entregaban su perfume al sol allí, donde/ nuestro retozo se hiciera semejante a la plenitud del crepúsculo.
Yo adoro el furor de las vírgenes, la salvaje delicia/ de la desnuda y divina carga que, incorporándose/ al temblor de un relámpago, huye/ hurta a mis encendidos y sedientos labios/ el temor secreto de la carne.Así es/ desde los pies de la más cruel hasta el corazón de la más tímida/ a la que ya abandona su inocencia, húmeda/ de enloquecidas lágrimas, o, quizá, a causa/ de otras emanaciones menos tristes.
Feliz por haber vencido falsos temores, mi crimen no fue otro/ que romper el enmarañado manojo de los besos/ que los dioses mantenían apretadamente urdido./ Cuando me disponía a ocultar mi hirviente gozo/ bajo los graciosos pliegues de la primera y más cruel/ (acariciando con un solo dedo a la otra, a la pequeña, ingenua/ y ajena al rubor; a fin de que su inocente blancura/ se tiñese de la encendida pasión de su hermana)/ mi amorosa presa, infinitamente ingrata/ abandonó mis brazos debilitados por el tempestuoso tránsito/ sin apiadarse de mi aún sollozante ebriedad."
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