"En la última noche, empacado mi baúl y vendido mi coche al droguero, crucé la verja para contemplar aquel enorme e incoherente fracaso de mansión. En los blancos escalones, una obscena palabra, garabateada bajo la luz de la luna; la borré con el zapato. Luego me fui a la playa y me tendí sobre la arena.
La mayoría de las mansiones de la costa estaban cerradas. Apenas se advertían luces, excepto las de un transbordador a través del Sound. Y mientras la luna iba ascendiendo, las banales casas se desvanecieron, hasta que, gradualmente, percibí la vieja isla que antaño floreciera para las pupilas de los marinos holandeses; un fresco y lozano pecho del nuevo mundo. Sus desvanecidos árboles, que dieron paso a la casa de Gatsby, habían cuchicheado quedamente ante el último y mayor de todos los sueños humanos: por un fascinado instante, tan transitorio como maravilloso, el hombre debió haber contenido la respiración ante este continente, obligado a una estética contemplación que no entendía ni deseaba, frente a frente, por última vez en la historia, a algo proporcional a su capacidad de asombro.
Y mientras me hallaba allí, reflexionando sobre el viejo y desconocido mundo, pensé en el asombro de Gatsby al advertir, por vez primera, la luz verde al final del malecón de Daisy. había recorrido un largo camino para llegar a este verde césped, y su sueño debió parecerle tan próximo que no le sería imposible lograrlo... No sabía ya que estaba detrás de él... en alguna parte de aquella vasta oscuridad, más allá de la ciudad, donde los oscuros campos se desplegaban bajo las sombras de la noche.
Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros... Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más deprisa, abriremos los brazos, y ...un buen día...
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente incesantemente arrastrados hacia el pasado."
Esta es la terrible traducción que realizó E. Piñas en 1999 de esta extraordinaria novela. He puesto boca abajo mi ya de por sí caótica biblioteca buscando el ejemplar que leí hace más de treinta años y, como tantos otros libros queridos, se ha esfumado. Por fin encontré este funesto ejemplar en una colección de libros de bolsillo que compré hace años para mi hija y que aún permanece en mi casa. Su lectura ha sido mi tortura durante estos días de penitencia, aun cuando la novela de Fitzgerald posea tal envergadura que pueda incluso con los embates de traducción tan disparatada. Porque sobrevive su belleza, os traigo este fragmento. Para no dar lugar a equívocos deciros que la foto con la que abro el comentario no se corresponde con la edición a la que hago referencia. La elegí porque me hizo gracia la ilustración.
Aunque la traducción es "imposible" no consigue destruir la belleza de las letras del autor.
ResponderEliminarMe han quedado ganas de leerlo. Gracias por mostrarlo.
Un abrazo Sol
Estoy de acuerdo. Tienes buenas traducciones, entre ellas la de Anagrama. Disfrútalo. Un beso grande, Clara
EliminarPues mira por dónde, Sol, es la misma edición que tenía en casa y que acabo de releer como ejercicio para un curso de novela. Pena descubrir justo ahora que hay mejores traducciones. En fin, quizá para la siguiente... Espero ser más capaz de apreciar la diferencia.
ResponderEliminarUn gusto seguirte. Un abrazo.
La foto que pongo no se corresponde con la edición de la que hablo, Marian. Busqué la mía en internet y no la encontré, por eso me decidí por esta, porque creo que se trata de un comic. Siento que pueda haber dado lugar a equívocos. Ya me dirás qué tal es esta. Voy a poner una nota en la entrada para deshacer el entuerto. Un abrazo, y muchas gracias.
EliminarEn efecto, Sol, la portada no es ésa (en la edición que tengo se ve parcialmente un coche de época de color amarillo), pero coincide en que es la traducción de E. Piñas. En todo caso, lo que te dije: me sirve la pista de que las hay mejores.
ResponderEliminarMaravilloso blog. Un abrazo y gracias a ti.