Mientras espero la llegada de mi tren comienza a sonar música caribeña, rica salsa que llena la estación de alegría. Los responsables son cuatro jóvenes sentados en un banco en el andén de enfrente, que se han lanzado a tocar sin más pretensión que su propio divertimento. Muy probablemente en un momento se hayan dividido por los vagones y pidan una propina a los viajeros, pero ahora, con el andén casi vacío, hacen música para sí. Dos chicas jóvenes, algo más allá, se lanzan a bailar mientras les jalean.
Una chica oriental de piel oscura, pequeña de estatura, con su negro pelo partido en dos trenzas largas que le cuelgan a la espalda, y tatuada en la parte posterior del cuello una bovina de cine y tras la oreja izquierda "miau", mira embelesada a un adolescente rubicundo que la besa en los labios con gesto distraído mientras pasea la mirada a su alrededor. De repente esta se detiene en uno de los textos literarios que la dirección del metro ha colocado en los vagones con el fin de promover la lectura, frunce el ceño en un gesto de concentración y se queda prendido de las palabras de Nicanor Parra, mientras la chica no cesa en sus besuqueos:" De estatura mediana,/ con una voz ni delgada ni gruesa,/ hijo mayor de profesor primario/ y de una modista de trastienda./ Flaco de nacimiento/ aunque devoto de la buena mesa;/ De mejillas escuálidas/ y de más bien abundantes orejas/....." Es su Epitafio.
Me apeo en la estación de Begoña, camino del hospital La Paz. De repente me veo sola, los corredores casi vacíos. También bajo tierra se esconde la belleza.
Como habitante de una ciudad sin metro, durante años he percibido en él un algo de aventura que tal vez vosotros no sintais. Es un paraiso para los curiosos, ¿cuantas veces no has estado tentada de bajarte en otra parada solo por seguir a una persona de la que no has podido apartar la mirada en todo el trayecto?. Son como pequeños cuentos que terminan de repente dejandote una sensación agridulce.
ResponderEliminarHe sentido la tentación docenas de veces. Me gusta seguir a la gente por la calle. No somos un poco raros? Un beso grande, David
EliminarMe encanta esta entrada, porque me encanta el metro. Bajo Madrid hay otro Madrid que a mi me apasiona. Me ha encantado tu descripción. El metro es hiperrealista como tu texto. Bien. Muy bien. ¿He dicho ya que me ha gustado?
ResponderEliminarJajajaja, sí, ya lo dijiste. Gracias Enrique, eres un encanto. Un beso grande
EliminarEl metro es fascinante. La primera vez que lo utilicé yo solo, fué en el año 63, muy joven y sin permiso de mis padres me lancé al trayecto Cuatro Caminos - Tribunal; hoy 4 paradas y entoces 5, pues existía como tal Chamberí, que hoy es una especie de museo. Curiosamente mi primer viaje fuè en la Linea 1 y recorrí 5 estaciones, esos números son el año de mi nacimiento, así es que repetí de alguna forma el nacer a algo. Solo habia 4 líneas, y la 5ª(la verde )sólo iba de Callao a Ventas(del centro a los toros),no había nada mecánico salvo la propia serpiente metálica.
ResponderEliminarEn los ochenta rendí tributo a ese gusano urbano dedicandole un modesto proyecto (Un bar-pub que todo él eran dos vagones de metro en paralelo para beber y "ligar",con sus barras de acero y sus colgadores asideros de cuero) se llamó Metrópolis y se hizo famoso en la zona Princesa-Rosales. En los viajes por el mundo mundial siempre he utilizado y visitado los "Metros", así que soy un homo-metro. Por cierto solo hice 5 paradas y regresé, pues me cagué de miedo. Al día siguiente, con Cesar, nos hicimos cuatro veces las 15 paradas que tenía entonces La Línea 1: Pza Castilla-Pacífico.
Imagino que en aquellos años sería una aventura, y vosotros unos jabatos. Un beso, cielo.
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