Roma, que a todos recibe, no es para todos. Hay algo en su
belleza que se teme perder. Si indago en mí mismo descubro tal vez el misterio
del amor, cómo tememos perder aquello que tenemos fugazmente. ¿Si su mirada
dejase de buscar la mía, cómo vería yo?
Sus labios están llenos de música, sus palabras cargadas de
un sentido oculto pues son el santo y la seña que abre y cierra las puertas de
un laberinto del que no querría salir. Roma es eso, y también mi amor, y la
ciudad antigua adquiere por un momento la hermosa figura de su alma
transformada en cuerpo. En vano se puede guardar en Roma un secreto. Quien
enamorado está busca un amor más profundo; quien no ama busca desesperado amar.
Así los gatos, los transeúntes, los turistas que con cara boba sin verla tienen
delante la columna de Trajano. Así nosotros perdidos buscándonos. Los viajes
son siempre a un lugar tan cercano que está en nosotros: nuestro corazón.
Podemos ir a Las Quimbambas, atravesar océanos, descubrir islas, hollar junglas
remotas, fatigar estepas. Por mucho que anduviésemos nunca llegaríamos a
nuestro destino de no haber llegado antes a nosotros mismos.
Hoy estamos aquí, dos sombras que se anudan en un mismo amor
y que repiten unos versos que susurran la lluvia sobre el asfalto negro como un
espejo: llueve pero no calla el silencio de la luz.
Piove in Roma / ma non tace / Il silenzo de la luce. Estos
versos, escritos apresuradamente en una servilleta, quisieran ser una trampa
donde el tiempo se detuviese. Ahora estoy en Campo di'Fiori y la serena sombra
de Giordano Bruno me acoge. Reviso mis papeles, mi agenda repleta de luces que
he ido guardando. Apuntando horizontes, coleccionando atardeceres. En la Piazza
del lo Pascquino leí unos versos que alguien había colgado. De esta plaza
procede la palabra española pasquín y todavía hoy la protesta amanece en sus
esquinas. Del romanazzo, del dialecto popular de Roma, que es lengua viva e
utilísima, traduzco estos versos socarrones: «Tenemos un Pedro nuevo en Roma /
que se hace llamar Francisco. / En verdad sólo sabemos / que baila el tango
argentino».
La sonrisa de Roma , esa sonrisa que viene de los versos de
Marcial y de Catulo, es también una sonrisa serena, una sonrisa que tiene la
calidad de la luz. Aunque llueva, y la gente desconfiaba mire abrigándose el
cielo, es sabido que todo pasa y que los días mejores están por venir. Sin
posibilidad de formar gobierno, sin posibilidad por ahora de encontrar una
salida a la crisis, esta sociedad se ríe civilizada. No hay gritos, no hay
crispación y los carteles con los que Berlusconi ha ensuciado cada esquina son
algo que se mira de reojo y con una mala palabra, una mala palabra divertida, a
cada paso.
Hay aquí una sabia lección de Europa: el tiempo amontonado
sobre escombros de melancolía genera perspectivas de futuro. El laberinto
individual no es muy diferente al laberinto social: es difícil estar, pero más
traumático sería no estar. En Roma, como en cualquier otra parte, es posible
amar: soñar un futuro mejor. Y en eso estamos todos, creo yo."
Deslumbrante literatura, la de Xuan Bello. Esta crónica de viaje se publicó en el diario asturiano El Comercio, el 31 de marzo de 2013. La foto también es obra de Xuan.
Hoy tocaba desayunarse con el asco pegado al paladar, Sol; ni el sueño reparador bastó para desprenderme de este andrajo repelente que me acompaña donde quiera que vaya, esta náusea vital que me hace aborrecer el hecho vivir en un país tan desgraciado que ni siquiera es consciente de que está enfermo, gravemente enfermo. ¿Hará falta que explicite los motivos de mi asco, Sol? La barbarie que veo reptar a poco que retire con la punta del pie la hojarasca de este sotobosque que se corrompe en este lluvioso invierno que no cesa , la ignorancia atroz que lo impregna todo, la amenaza latente (¿por cuánto tiempo?) que detectas en los decires de algunos, la mentira obscena que se sabe impune, la cínica prepotencia de los zafios sin escrúpulos, la maldad...
ResponderEliminarLuego, leo el escrito de Xuan Bello y se distiende por unos minutos la cuerda de este arco sin flecha que lanzar...,como no sea el improperio que me desborda de la frente y que, en casos como este, vierto al exterior, quién sabe si con oportunidad o con impertinencia: aún no sé la naturaleza de las aguas de este estanque ni de los sedimentos que reposan en el fondo.
Valga ello, no obstante, como segunda tarjeta de presentación, más definitoria y esclarecedora que la de reclamarme de la patria y de la cuerda de Xuan Bello.
Ahora voy a partir hacia la aldea. El cielo sigue gris y el sol brilla por su ausencia. Puede que vuelva a llover. La semana pasada veía cómo habían hecho eclosión las primeras flores de un cerezo que tengo y los ciruelos claudios le llevaban la delantera. Estos fríos invernales, la lluvia que no cesa, me temo que van a dar al traste con las esperanzas de una primavera temprana que nos libere un poco de la fealdad de esta glaciación de los espíritus.
Habrá que hacer un esfuerzo de conciencia, habremos de sacar recursos de las entretelas del alma, besemos y abracemos lo que esté de nuestra mano y nuestros labios.
Que tengas un feliz domingo, Sol.
Vendrán tiempos mejores, seguro. Pero mientras llegan va pasando la vida y no puede hacerlo impunemente. Así que tendremos que sacarle el máximo partido a lo que tenemos e intentar quemar la basura cuanto antes. Ánimo, Federico. Entre tanto hedor también florece la primavera. Me lo digo mucho, a ver si me convenzo. Un abrazo
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