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miércoles, 3 de abril de 2013

Palacio do Monserrate

Hace unos días os hablaba de la quinta a la que pertenece este palacio, una suerte de jardín botánico, uno de los mejores ejemplos de jardín romántico que se conserva, diseñado por el maestro jardinero James Burt con la colaboración del botánico William Nevill y el asesoramiento del pintor William Stockdale. Estamos en 1856, y el propietario de la Quinta do Monserrate es  Francis Cook, inglés enriquecido comerciando con tejidos y uno de los más importantes coleccionistas de arte británico de su época. Junto con el jardín, construyó el palacio que veis en la imagen, de clara inspiración oriental, proyecto que encargó al arquitecto James Knowles. El edificio parece sacado de un cuento de Las mil y una noches, con sus cúpulas en forma de flor de loto y una caprichosa mezcla de elementos góticos y árabes.















Como gran parte de los palacios que he visitado durante mi estancia en Sintra, está en obras. Los restauradores trabajan en presencia del público, restituyendo arabescos y escayolas. Las tres torres del palacio se conectan a través de una espectacular galería, una sucesión de arcos y columnas que potencian el efecto de profundidad, a derecha e izquierda del hall de entrada, un recinto octogonal formado por arcos góticos y columnas de mármol rosa.
























El atrio está presidido por una fuente, y sobre él un segundo piso, donde se encuentran las habitaciones privadas, y una cúpula con estructura de madera decorada con estuco. Accedo a él por la escalera que os muestro a la derecha, pero la mayor parte de las estancias están clausuradas y, las abiertas al público, han perdido totalmente su carácter original: cuatro paredes albergando una espantosa exposición. Pero merece la pena contemplar de cerca los paneles esculpidos en alabastro de Delhi, imitando el estilo mongol, utilizados en la balaustrada y como biombos en la entrada.






















Algunas salas ya se encuentran completamente restauradas, aunque en su mayoría no conservan mobiliario de época. Arriba, a la izquierda, la Sala de Música. Ocupa la torre norte del edificio y se remata con una cúpula decorada con estuco de motivos florales. En el friso se representan Musas y Gracias. A la derecha, la que fue Sala de Billar, hoy oculta tras una profusión de paneles explicativos de su proceso de restauración. Y sobre estas líneas otra sala, quizá la que fue Sala de Estar Indiana, en un estado ruinoso.












Solo estas dos estancias están amuebladas: la biblioteca, tapizada de una librería de nogal, y la cocina, en la parte baja del palacio. Junto a ella otras pequeñas estancias vacías, en su momento destinadas al servicio de la casa.












Pese a andamios y restauradores, y aunque el palacio parece una bombonera refinada y ecléctica, este lugar posee un innegable encanto, aún mayor cuando te asomas a las terrazas y contemplas el jardín. No me resisto a mostraros algo más, pero será en otra entrada.


5 comentarios:

  1. Je,je,je... Me hace gracia, Sol, que califiques de "espantosa" la exposición del segundo piso. Me hace gracia porque creo que al escribirlo te has dejado influir por el significado que tiene "espantoso" para los portugueses..., que, como sabrás, es el de "asombroso".
    La primera vez que leí en un folleto turístico (editado en español) alabar las "espantosas pinturas" de no me acuerdo qué Museo de Coímbra, me reí de lo lindo, como la vez que vi al maestro de la tuba desfilar por la Baixa. ¿Quién habrá dicho que Portugal inclina a la tristeza? Desde luego que yo me he reído mucho en ese país. Bueno, la verdad es que yo río con frecuencia; me importa decir(te)lo porque algunas cosas que he escrito pudieran dar una imagen de mí equívoca: soy animoso y tiendo a virar hacia la ironía..., a veces -me dicen- demasiado ácida. Me reconozco poseedor de ese rasgo del carácter que nos adorna a los astures (transmontanos).
    ¿Qué hablo mucho de mí? Será otro defecto que tengo: es cierto que me quiero, pero quiero más a otras personas.
    Así que, Sol, espero que me disculpes si hay exceso bloguero de mi parte; acabo de conocer tu casa, se está bien en ella, la anfitriona es encantadora y el influjo de la primavera siempre me subleva las endorfinas. Y además está Mozart, tan escuchado en esta dacha mía. Pero no te preocupes: todas marea tiene su reflujo y un día me filtraré en la arena sin dejar rastro, siempre sucede así.
    Si lo tienes a bien, me podrías aclarar qué significado tiene "espantosa", referida a la experiencia que viviste en el Palacio de Monserrate.
    Con cariño, Federico.

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    1. No tenía idea de esa acepción de nuestro "espantoso", pero puede servir. Me asombró lo espantoso de la exposición. Jajaja. Un horror, ni te imaginas.
      Espero que no se te ocurra abandonar Mi casa ni dejar de hacerme llegar tus comentarios, que siempre me alegran. Un poco de fidelidad, please, aunque solo sea por hacer patria. Por cierto, visitaré nuestra tierra este mes. Necesito con urgencia olerla, y ver el mar. Un abrazo, Federico.

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  2. Que maravilla. Esa barandilla en la escalera es una preciosidad y la mezcla de estilos Gótico y Arabesco en sus columnas, arcos y cúpulas le dan una delicadeza sin igual.
    Un abrazo Sol

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    1. Un lugar delicioso, sí. El romanticismo de estas tierras me tiene enamorada. Un abrazo muy fuerte, Clara

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  3. Me gusta mas este estilo que el recargado del primer palacio que nos mostraste, estas locuras me reconcilian con algunos personajes insultantemente ricos, ja, ja. Y las fotos, sobre todo las primeras, muy bien, Sol. Un beso.

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