El frío ha convocado a la ceniza.
No es oro el amarillo que pone sobre el cielo
un rictus lívido.
Nos tirita la lengua.
Y sin embargo anduve miles de millones
para llegar aquí
y quitarme una a una la piel de los zapatos
los jirones de ropa (no, perdón, dije sombra)
hasta quedarme en hueso
en palabras que suenen
como suena la caña
de los huesos
cuando silba por ellos la verdad
de la sangre.
Asomada al balcón
veo un vuelo de imágenes
(una urraca un vencejo una cotorra
-¿qué hace aquí un cotorra?-).
Un poco a mi derecha apenas
perceptible (describir para qué, ada, ada,
sólo el ruido con mueve) veo cómo se anuncia
(no describo hago ruido)
-y a pesar de la terca sequía-
en el talud
la hierba.
El frío ha convocado a la ceniza.
Pero insisto
he venido hasta aquí
para quedarme.
Ya en otro tiempo dije no es éste
nuestro tiempo. Pero lo haremos
nuestro.
Con palabras hirientes que penetren
en él y palpiten
con él.
Prepárate por tanto para el grito.
Para que todo suene
como suenan los cuerpos que se abren
para darle a otro cuerpo
la soledad
el blanco aburrimiento y la pasión
la plenitud la ira
el amor y la muerte.
Como suena
la lluvia
sobre el rostro llagado del desierto.
Yo tengo mi espada de Damocles pendiente de un cordel al que, cada seis meses, he de contar los hilos que le restan sin rotura. Ahora, cuando asome abril y me saquen de una vena el veredicto, espero que me den la moratoria de otros seis y nueva prueba y, si por ventura los dioses son propicios, a esperar otro semestre, y otro, y otro..., que así viene siendo desde hace años, siempre con la esperanza de que no sea (casi) nada. Se trata de la sombra de un peligro, no de una dolencia declarada. Que ello forma parte de la vivencia de quienes, un mal día, supieron que se viene al mundo para irse. Doblado el cabo de la juventud, se agiganta la sombra de la Parca, pero habremos de enfrentarla luciendo dentadura, recogiendo las flores del camino, bebiendo en el aliento de la amada,
ResponderEliminarEn mayo quizá Sevilla..., aún la decisión no está tomada; dependemos del gusto de otra gente. No me importa la ruta que otros elijan, que yo siempre llevo conmigo los bártulos de un circo íntimo, secreto, estimulante, con sus enanos, Blancanieves (importa poco que el guión sea cutre o bien tramado): aquel que siempre va conmigo y en el que me solazo cuando los demás duermen el sueño inocente de los justos, ajenos a mis juegos malabares. Quiero decir, S., que nunca me aburro y que sé verles la cara bonita hasta a los cerdos. La vida es una gran cosa, aunque uno pase buena parte de ella atribulado. Mejor eso que depre o alelado. Digo.
Que no nos vaya abandonando la gana de vivir, que "es lo que hay", como dicen ahora las mujeres... La salud es poca cosa para que nos amargue este guateque.
Salud.
Esa espada de Damocles la tenemos encima todos, querido amigo, seamos o no conscientes de ello. Así que mejor vivir ignorándola, como si fuéramos eternos, que decía aquel.
EliminarLlega la primavera con una esquina rota (Benedetti dixit) y con ella la astenia de todos los abriles, este año algo adelantada. Tampoco a ella hay que tratarla con contemplaciones ni tomarla muy en serio. Gocemos, querido, sosegadamente, como corresponde a nuestra edad y condición. Un beso