La Novosibirsk Symphony Orchestra, dirigida espléndidamente por el director asturiano, afincado en Rusia, César Älvarez, nos ofreció hace unos días en el Auditorio un programa precioso, ciento por ciento romántico: el Concierto núm. 2 de Rachmaninov, para piano y orquesta (uno de los conciertos románticos más bellos), y la Sinfonía núm.6 en Si menor de Chaikovski, bautizada por su hermano Modesto como Patética. Creo que esta sinfonía es la pieza musical que más temo escuchar, pese a su deslumbrante belleza. Me trastorna profundamente, siempre me deja desolada. En ella se palpa la desesperación de su autor, su enorme sufrimiento, su necesidad de poner fin a tanta desdicha. Y lo terrible es que Chaikovski se muere unos días después de su estreno. En un almuerzo con su hermano Modesto y su sobrino Bobik bebe un vaso de agua sin hervir, cuando San Petersburgo sufría una epidemia de cólera, pese a las advertencias que sus familiares le hicieron. Esa misma tarde se encontró mal y moría cinco días después. Él dispuso que su Adagio, desolador, fuera al final de la sinfonía, como si se tratara de su réquiem.
Os dejo con él:
Sí, el maravilloso tema melódico de este adagio es un ascensor de almas.
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