Si los políticos mienten, si los jueces prevarican, si los
banqueros roban, si los empresarios nunca se sacian, si los clérigos nos
obligan a comulgar con ruedas de molino, si algunos acreditados periodistas se
juegan su prestigio montando una cucaña en televisión para que la gente crea
que no es cierto lo que ha vivido, si verás que todo es mentira, como canta
Gardel en el viejo tango, que alguien me diga de quién hay que fiarse, a qué
asa firme hay que agarrarse, dónde hay algo limpio por lo que apostar, cualquier
institución del Estado que no sea un nido de ratas corruptas hasta el hueso de
la risa, que es esa última vértebra de la cual en los buenos tiempos al ser
humano le nacía el rabo. También en el amor parece que la única verdad sigue
siendo esa súplica desesperada que le dirige Joan Crawford a Sterling Hayden en
la película Johnny Guitar: miénteme, dime que me quieres. Caminamos con los
pies descalzos sobre un espejo roto y cada esquirla de vidrio refleja un
fragmento de la ficción multiplicada infinitamente en pantallas de móviles y
tabletas. Media humanidad está sentada en la grada mirando cómo la otra media
hace el ganso en la pista de este circo. No obstante, tenemos el derecho de
estar bien informados, pero hoy la información se llama comunicación y la
comunicación se presenta bajo la forma de espectáculo y el espectáculo no es
nada si no genera audiencia, éxito mediático, negocio. Al final resulta que la
información siempre es un simulacro y la política un marketing impuro. Los
congresos de los partidos, los mítines y las convenciones para designar
candidatos a unas elecciones se presentan con la misma filosofía de la junta
general de accionistas de una empresa que va a lanzar un producto del año. La
parafernalia de grandes paneles de plasma, alfombras rojas, azafatas, descargas
de música, tribunas protegidas con barreras de flores, está abocada a encontrar
una frase breve, rotunda, directa cuyo impacto remueva una mucosa del
inconsciente colectivo para generar un sueño que en el fondo nadie espera que
se vaya a cumplir. Por eso, tal vez, en el estado de confusión en que vive
nuestro país una frase electoral que podría servir para cualquier político, de
izquierdas o de derechas, sería: “Si me odias o me desprecias, vótame”.
Manuel Vicent, diario El País, 9 de marzo de 2014
O lo que viene a ser lo mismo, cambiando mujer por votante:
ResponderEliminar"Ódiame por piedad yo te lo pido,
ódiame sin medida ni clemencia,
odio quiero mas que indiferencia porque
el rencor hiere menos que el olvido.
Si tu me odias quedare yo convencido
de que me amaste votante con insistencia
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan solo se odia lo querido."
Mil besos, cielo.
Muy bueno, José. Mil besos te van de vuelta
Eliminar