La Philharmonia Orchestra de Londres, considerada una de las mejores del mundo, nos ofreció ayer en el Auditorio un concierto precioso, aunque no tan memorable como los dos que han abierto la temporada. Me costó bastante tiempo introducirme en la música y, aunque disfruté del concierto, no me entregué como en otras ocasiones hasta el segundo movimiento del Concierto para piano y orquesta nº 3 de Beethoven, que siguió a la obertura de Carnaval, de Dvorak. Pero es imposible resistirse a Beethoven. Quieras o no termina conquistándote y meciéndote en una música que lo abarca todo. Un Concierto precioso, con un segundo movimiento bellísimo, que interpretó maravillosamente al piano Yefim Bronfman.
En esta ocasión no ha sido Esa-Pekka Salonen, su director principal, quien ha estado al frente de la orquesta, sino el director checo Jakub Hrusa. La estrella del concierto ha sido la Octava Sinfonía en Sol mayor de Dvorak, también llamada la "Sinfonía inglesa", ya que el músico cedió la partitura al editor londinense Novello y la dirigió en Londres en 1890 y al año siguiente, con motivo de su nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad de Cambridge. Me encanta escuchar sus flautas, y el dulzura del clima pastoril de algunas melodías. El adagio es una belleza.
Os dejo con él.
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