Me gustó mucho como sonó la Orquesta Sinfónica de Barcelona y la Nacional de Cataluña, bajo la batuta del director asturiano Pablo González. Sabía de su talento, pero hasta ahora no había tenido ocasión de disfrutar de su trabajo. Tampoco conocía a la orquesta catalana y no tenía puestas en ella grandes esperanzas mientras me dirigía al Auditorio, de manera que el disfrute fue un regalo inesperado. Y ahí no se acabaron las sorpresas: la primera parte del concierto se centró en dos compositores desconocidos para mí. Dio comienzo con Albada, interludi i dansa, de R. Gerhard, una pieza con aires folclóricos agradable de escuchar. Me gustó mucho más el Concierto para violonchelo y orquesta en Re menor, de E. Lalo, con Alban Gerhardt como solista. Y, en la segunda parte, la versión íntegra de El pájaro de fuego, de Stravinsky. Adoro esta pieza, y disfruté de la interpretación que ofreció la orquesta. Me molestó que el Auditorio no celebrase su trabajo tanto como, según mi criterio, merecía. Siento vergüenza ajena cuando veo a la gente abandonar la sala mientras los músicos continúan saludando. Me abochorna.
Os ofrezco el inicio de El pájaro de fuego en una grabación mítica: Stravinsky dirigiendo a la Nueva Orquesta Philarmonia en el Royal Festival Hall de Londres.
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