Hace muchos años, un amigo fotógrafo formado en Estados Unidos me descubrió el trabajo de Sally Mann. Recuerdo que me mostró un libro que recogía imágenes de su familia, de su vida cotidiana en el sur de Virginia, donde tiene su residencia, y me asombraron la fuerza y la capacidad de sugerir, más que de mostrar, de aquellas imágenes. No pude adquirir en España ningún ejemplar de aquel o cualquier otro libro dedicado a su obra, y terminé encargándolo a Amazón. Una espléndida recopilación que aún conservo y me gusta hojear de cuando en cuando.
Pero hasta ahora no había tenido ocasión de ver sus fotografías sin pasar por la imprenta. De ahí mi alegría cuando tuve noticia de que la galería La Fábrica presentaba su trabajo At twelve, un conjunto de 35 retratos realizados entre 1983 y 1985. Vuelve a ser Virginia el escenario de su obra. Mann no se aleja mucho de su casa para encontrar motivos de inspiración. Le basta con plasmar lo que tiene ante sus ojos. En esta ocasión los retratados no son niños, sino adolescentes, en esa frontera entre la infancia y la madurez.
Las imágenes tienen un enorme poder de seducción, son perturbadoras, inquietantes. La arrogancia y el desvalimiento, la incipiente sexualidad. Cada una de estas fotografías encierra una historia.
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