El Museo Reina Sofía le dedica una antológica que espero sirva para reivindicar definitivamente su obra y fijar su posición entre los grandes de nuestra pintura. Una obra hermosísima que habla por sí misma, pero que comprendes en toda su dimensión si conoces algún detalle de la vida de su autora. María nació en Santander en 1881 en el seno de una familia culta y acomodada pero, a causa de un accidente sufrido por su madre durante su embarazo, vino al mundo con una deformidad en su columna que la atormentó durante toda su vida. De carácter dulce y extremada sensibilidad, gran amante de la belleza, volcó en el arte su ansia de perfección.
Durante las primeras décadas del siglo XX París ejercía una enorme atracción sobre artistas de toda procedencia, y allí se instaló María, superando todos los obstáculos y los desaires y desprecios de un ambiente dominado por los hombres. Su físico tampoco ayudaba. Aún así, conquistó un lugar entre quienes intentaban renovar el lenguaje plástico y formó parte de las vanguardias y del apasionante ambiente de Montparnasse.
En la exposición del Reina Sofía puedes ir observando su evolución, desde su atracción por el cubismo hasta ese realismo mágico que logró impregnar su última obra. Así he querido mostrárosla, cronológicamente, eligiendo, con dificultad, los cuadros que más me enamoran. En una entrada posterior completaré la selección. Hoy baste, para abrir boca, este conjunto de óleos realizados entre 1916 y 1918.
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