La decencia es hoy un bien tan escaso que, cuando emerge, protagoniza titulares. En la sección de deportes del diario El País del sábado 15 de diciembre, la mayor parte de la página 62 lo ocupa una noticia bajo el titular El valor de un gesto. La historia es la siguiente: el 2 de diciembre, el atleta vitoriano Iván Fernández Anaya, de 24 años, corría el cross de Burlada, en Navarra. Iba en segunda posición, bastante distanciado del keniata Abel Mutai, medalla de bronce en los 3.000 metros obstáculos de los juegos de Londres. Cual no sería la sorpresa de Iván cuando observa que Mutai confunde una señal con la meta y se detiene una dececena de metros antes de alcanzar esta, creyendo haber conquistado el triunfo. Podía haberlo adelantado y llevarse la medalla, pero en vez de eso se colocó detrás, le hizo salir de su error y llegó segundo. Esto es, actuó con decencia. Y merece un titular por ello. Sin duda su actitud es encomiable, pero no debería resultarnos extraordinaria. Me viene ahora a la memoria una viñeta de Quino que estuvo colgada en la puerta de mi frigorífico hasta que se cayó a pedazos, y que he recuperado gracias a internet.
Dado el nivel de corrupción que ha alcanzado España, qué bien vendría colocar la viñeta de Quino en más de un frigorífico.
Principios, valores...si desgraciadamente llaman la atención las cosas que debieran ser cotidianas. Pero a fuerza de vivir lo extraordinario (por anómalo) como plato de todos los días, nos extrañamos de lo recto.
ResponderEliminarAplicando léxico estadístico, lo extraordinario(anómalo) se ha convertido en MODA...
Tiempos difíciles. Buena reflexión, Sol. Feliz Navidad.
De vez en cuando es necesario recordar lo obvio, verdad? Muy Feliz Navidad también para ti, Enrique. Un abrazo
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