"Para qué queremos la literatura sino para que nos represente, desde perspectivas particulares, con relieve estético, el mundo y los que están en él amando y odiando, creando y destruyendo? No es rara la tentación de prefijar al escritor lo que ha de ver y cómo ha de transmitirlo. De tal imposición no se salva ninguno que haya de ejercer sus aptitudes en sociedades donde impera la tiranía o dónde campa a sus anchas el terror. No es fácil ser libre en presencia del verdugo. Y acaso, según según las circunstancias, tanto mérito como la protesta a cara descubierta desde el exilio entraña la verdad solapada o sugerida del que está más expuesto al castigo. El seudónimo Mo Yan significa "no hables". Quien de este modo firma sus libros aprendió de niño la cautela que le ha permitido sobrevivir donde tantos perecieron. Ojo con los reproches".
Cuando todavía colean los reproches recibidos por la concesión del Nobel de Literatura al escritor chino Mo Yan, me ha interesado esta reflexión firmada por Fernando Aramburu en El Cultural del diario El Mundo del 14 de diciembre. Los juicios morales dirigidos a desacreditar la obra de un artista siempre me han producido incomodidad; en más de una ocasión lo he comentado en Mi casa. No he leído nada de este escritor pero pretendo hacerlo y entonces os daré mi opinión sobre su obra, independientemente a que él sea un héroe o un villano.
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