Hace unos días asistí a una representación operística singular. En el Teatro Guindalera, en Madrid, el grupo LaperaÓpera representa Tres desechos en forma de ópera, una ópera en pequeño formato que rinde homenaje a Trois morceaux en forme de poire, de Erik Satie. La sala tiene un aforo de 70 personas y carece de escenario, lo que permite una cercanía con los actores y cantantes muy de agradecer. En escena, tres músicos (un violín, un clarinete y un bajo), y dos cantantes: un barítono y una soprano, nos cuentan la peripecia de un grupo de músicos callejeros, como los que vemos todos los días en las calles de nuestras ciudades, que ofrecen su arte por unas monedas.
Nos hablan de la pareja, del amor, del cine, de la ópera, del mundo de la televisión, del éxito fácil. Acercan el elitista mundo de la ópera a la calle y nos la presentan improvisando una escenografía a base de desechos. "Se trata, pues, de una ópera de la indigencia, del bricolage de desechos. Pero también, quizá, de la única manera posible hoy día (en plena apoteosis del paradigma de la muerte de la ópera y, sobre todo, de la fatalidad de la ópera cantada en español) de abordar unas briznas de textura operística real al modo de esas plantitas que crecen en los resquicios de las aceras", reflexiona la compañía.
Es admirable como, con inteligencia, talento y audacia se puede crear un espectáculo hermoso y entretenido sin necesidad de grandes desembolsos. Jorge Fernández Guerra, Premio Nacional de Música en el año 2007, es el responsable de la obra; Vanessa Monfort de la dirección de escena, Florentino Díaz de la escenografía y Ruth González (soprano) y Enrique Sánchez-Ramos (barítono), de las voces. Muchos niños entre el público, que aplaudió encantado al final de la representación. Un disfrute.
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