Por una serie de circunstancias me he perdido los últimos conciertos en el Auditorio, con gran dolor de mi corazón. Sus conciertos se han convertido en piezas imprescindibles de mi bienestar emocional, y me resiento cuando no puedo disfrutar de ellos. Regresé a su sala anteayer, y coincidió con una experiencia extraordinaria, la Sinfonía núm. 2 en do menor, "Resurrección", de Gustav Mahler, a cargo de la Gustav Mahler Jugendorchester, dirigida por Jonathan Nott, acompañada por el Coro Nacional de España y Chen Reiss (soprano) y Christa Mayer (contralto) como solistas.
Simon Rattle cuenta que "cuando tenía once años mi padre me llevó a escuchar la Segunda de Mahler. Y eso fue todo. Fue una experiencia de transfiguración total".
No puedo calificar esta obra, no encuentro adjetivos. Desde los primeros compases resulta arrebatadora. En ella caben todos los sentimientos, ella te transporta por todos los estados de ánimo. Es una fuerza de la naturaleza, y al mismo tiempo de una sutileza y delicadeza increíbles. Te hace llorar, y reír. En ocasiones te eleva hasta la cima del mundo y, de repente, te deja abandonado con todo el peso de la vida sobre tus hombros. Fulgor y muerte, y resurrección. Hay que escucharla en soledad, y entregarse a ella, y luego te sientes renacer. No os lo sé explicar mejor.
Hago mías las palabras de Arnoldo Liberman: "Mahler logra, desde los primeros compases de ese fascinante mural sonoro, que nuestro corazón se ponga a palpitar, como si uno comenzara a latir y reflexionar junto a él. Y en esa intrusión aprendemos que lo soñado y diagramado por su imaginería nos va a dejar sin aliento y temblando (de verdad, temblando, como decía Pepe Bergamín, del auténtico pensamiento que siente; aquel verso de Fernando Pessoa:" Lo que en mí siente, está pensando). Si alguna vez Mahler desató esta frase -"Todo está escrito en una partitura menos lo esencial"-, uno se siente tentado de coincidir con él, porque no son suficientes los oídos para sentir a este gigante y comprenderlo y lo sustancial trasciende todo empeño compositivo. Pocos iluminados han logrado cotas tan altas de expresividad, tal intensidad visionaria, tal sentido de la lucidez, y a la vez de la conmoción, como lo logró Mahler, "ese hombre lleno de nostalgia, sagrado y encomiable" (que dice Ernest Bloch)".
Os dejo con otra interpretación genial. La de la Concertgebouw Orchestra, dirigida por Mariss Jansons:
En vista de este lirismo acendrado, a Werther se le ocurre transcribir una notita que le enviaba -hará cosa de una luna- a su Reina de Saba:
ResponderEliminarLETANÍA PARA LA REINA DE SABA
Oh, reina de Saba sobre palanquín de nubios en holganza sediciosa, suprema vestal del templo de Amoc, inconsútil dama de túnica de azafrán del Tíbet cismontano, bacante de solera acreditada entre las mejores somelieras del padre Tigris, náyade oceánica de los esteros de Tartesos, flor horadada de la Capadocia, cleptómana ávida de los cielos del domado Betis, azucarero cornucópico de salazones boreales, espiga de la Hélade, flor de Etiopía, mater intemerata, gacela galopante, amazona pérfida del talado bosque de Sherwood, eje lúbrico del carro del país de los trasgos celtas, rosa de Alejandría, gramínea de la ribera del Escamandro sangriento, guijarro de cuarcita (¡que bonita...!) de las grutas mareales de la playa de Cuevas del Mar, camarera sin trípode, vidrio esmerilado del arenal de los cristales de Luanco astúrico, dulcísma naranja amarga de la medina de Abjkqa- Vemoh, custodia de la mano de orífices beduinos, tomadora de pulsos de los suburbios de Calcuta, aguadora voluntaria del Marathon de Greenwich, refugium pecatorum, causa nostrae laetitiae...
PD.- Que le vengan a Werther con romanticismos...
Delicioso, Werther.
Eliminar¿Así que prefieres escucharla en soledad,eh?. Creí que la habíamos disfrutado en compañía, pero tomaré nota "for de fiutur" jeje
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