Hay épocas en que se produce una explosión juvenil que
muchos confunden con una revolución política, pero se trata solo de la ruptura
estética de una generación, que se niega a ser como sus padres e impone en
sociedad sus propios ritos. En nuestra reciente historia se han dado tres
asaltos de esta clase. Mayo del 68 en París fue una llamarada de rebeldía que
tuvo una réplica amortiguada en la universidad española. Era aquel tiempo en
que en nuestro país los estudiantes comenzaron a soñar con la libertad
corriendo delante de los guardias. De aquellos sueños derivó nuestra
democracia. Años después, una nueva generación se presentó a sí misma en sociedad
a caballo de los socialistas llegados al poder en octubre de 1982 y aquellos
jóvenes comenzaron a cabalgar muy por encima del Gobierno. La ruptura no se
produjo en la política, sino en la calle, en las aulas, en los estadios, en las
discotecas, en las formas de vivir, de amar, de viajar, de vestir, de hablar.
Un nuevo relevo generacional se está produciendo ahora mismo en nuestra
sociedad. Los jóvenes que anidaron en la Puerta del Sol un 15 de mayo están
dispuestos a acampar en las instituciones del Estado. Tampoco traen una
revolución política, sino un ideal de limpieza y de moralidad pública, pero en
este sentido hay que saber quién es joven y quién es viejo en esta batalla.
Aunque tengas 30 años serás un viejo si bajas los brazos frente a cualquier adversidad;
en cambio uno es joven a cualquier edad si tiene un proyecto por pequeño que
sea. Basta con que crea que es interesante levantarse de la cama porque espera
que ese día va a suceder algo agradable. No es necesario cantar bajo la ducha
ni realizar estiramientos y abdominales. La juventud es un modo de ser, una
forma de estar en el mundo. Bienvenido al nuevo horizonte, que sin duda puede
abrirse mañana.
Menuel Vicent, diario El País, 24 de mayo de 2015
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