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viernes, 1 de mayo de 2015

En Times Square

Aunque adoro el Nueva York de los barrios y el pequeño comercio, el más entrañable y auténtico, no se puede negar que una de las imágenes más paradigmáticas de la ciudad es la de Times Square. La apabullante, excesiva, deslumbrante Times Square. Recuerdo mi perplejidad la primera vez que visité esta plaza, subyugante y ecléctica, quizá el mejor símbolo de los desmanes capitalistas. Abusiva, arrogante y, sin embargo, cautivadora. Desde entonces, cuando he vuelto a Nueva York siempre me he detenido aquí y revivido mi fascinación.















Y siempre he intentado, cuando me ha acompañado alguien neófito en la ciudad, que su primera impresión fuera esta plaza, si es posible de noche, cuando el neón la convierte en un tiovivo hortera y deslumbrante. En esta ocasión no ha podido ser, y mis hermanas ya han conocido medio Manhattan cuando desembocamos aquí. Aún así, se quedan estupefactas. Más adelante volveremos de noche (nos acercamos después de ver el obligado musical), pero los anuncios luminosos, el ir y venir de la gente, la algarabía general les apabulla.















"Había viajado trece mil kilómetros por el continente americano y había vuelto a Times Square, en plena hora punta, para ver con mis inocentes ojos hechos a la carretera la locura y el frenesí absolutos de Nueva York,  con sus millones y millones de personas luchando entre ellas para ganar un dólar,  un sueño desquiciado...", escribe Jack Kerouac en En el camino. Hipnótica Times Square.















Aunque parezca imposible, tengo la impresión de que ha aumentado el número de anuncios, o quizá es que no logro conservar en la retina la magnitud de tal desbordamiento. Por muchas veces que lo hayas contemplado, in situ o en la gran pantalla, Times Square siempre te sorprende, a pesar de que en esta ocasión está en obras (el Hotel Marriot se oculta detrás de una gran lona; por cierto, cuenta con un bar de copas acristalado y giratorio, de espléndidas vistas) y hace más incómodo transitar por las aceras.












Comemos en Stardust, en la 51 con Broadway, una hamburguesería atiborrada de gente donde los camareros se van turnando para cantar los temas más conocidos de los grandes interpretes americanos. Son jóvenes, tienen talento, e imagino que intentan darse a conocer entre los productores de musicales mientras ganan unos dólares sirviendo comidas. Me enternecen, y cantan espléndidamente. Como tenemos por costumbre, coreamos todas las canciones que conocemos.  Muy divertido.













13 comentarios:

  1. Sí, yo también siento la fascinación de los abismos si miro la sima invertida de los rascacielos de Manhatann. También se siente el vértigo del homínido ante el espejo si uno se ve reflejado en el pomo de acero del portillo de un crematorio de Mauthausen. Del mismo modo que en el zigurat de Ur los adobes se amasaron con la sangre de ejércitos cautivos, y que en las cercanías de los campos de exterminio nazis se labraron en la roca escaleras prodigiosas pero esclavas, los aparatosos buildings de la metrópoli imperial se levantan sobre las cerchas y los arbotantes óseos y medulares de media Humanidad. Su migajita de rabadilla de Luther King, alguna gotita de sangre de Salvador Allende, ciertas uñas de marineros del Maine, tiritas de piel de niña fosforada de Vietnam, cartílaguitos de adolescente amputado de Basora, astillas frontales de aguadora palestina... Luego, llegada la noche, se encienden los neones y el resplandor de los fastos imperiales enardece el corazón sencillo de los hombres y mujeres magnánimos, que son capaces, en su desprendimiento, de elogiar la obra de un malvado talentoso.
    Se rumorea que en los altos despachos de la Nomenclatura se aboceta (hay quienes sospechan que ya sobrepasa el estado de boceto) otra apabullante torre manhatiana, esta con materiales de derribo (tal que Gaudí solía) venezolanos.

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    1. Sí que estás tiquismiquis, sí. Besos pendencieros

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    2. Hoy es Primero de Mayo y Werther muerde pensando en los Mártires de Chicago... Por asombrosa coincidencia, la masacre fue en los USA rascaciélicos. Algunas tibias he visto asomando en las paredes de los lavabos de un sex shop que hay en los bajos del Willis Tower: serán de ellos. Supongo.

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    3. Querido mío, bajo esa óptica mejor no salgas de casa. Las obras más maravillosas están teñidas de sangre. Seguro que en tu Arcadia también se produjeron, décadas atrás, abusos e injusticias. Cómo no hagamos abstracción, deberíamos llorar ante cualquier obra humana, y no deleitarnos con su belleza. Crudo lo tienes, amigo mío. Con besos

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    4. Yo no lloro casi nunca, señora...Disfruto con Carmina Burana cada martes y trece, pese a saber que la compuso el distinguido filonazi Herr Carl Orff. Es más: estaría dispuesto a pujar por una acuarela de Hitler en una subasta de Benediktbeuern, si resultara que es buena. Y hasta un neocón como el señor don Vargas-Llosa goza de mi estima como novelista. Me pirrio por las mantis religiosas pese a saber lo malas que son con sus entregados machos, y yo mismo aplasto con la bota míseros roedores en la Arcadia porque se comen los filamentos finos de mis pomares prodigiosos. Si hasta me alegro cuando algunos fines de semana veo bajar a los cazadores con un jabalí ensangrentado en la trasera del todoterreno, porque estos gorrinos salvajes aran los céspedes de mis prados esmeralda. No es eso, no es eso... Todo viene de mi engorrosa capacidad de tener un lasser visual que hace que penetre la epidermis (y hasta algunos blindajes de mediano grosor) de las cosas de este mundo. Y le aseguro por la salud de mi setter irlandés que, pese a ello, disfruto mucho. Mucho. Aunque no doy abasto de sacar de las mallas los balones que me cuelan por la escuadra. Pero esa es otra historia.
      Beso su mano blanca (en mayo como en enero).

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  2. Pese a lo dicho, he conocido a norteamericanos que eran excelentes personas y sé que habitan en aquella Gomorra lumbreras de toda índole. No olvide, Miss Pau, que si hoy el museo catedralicio de su vetusta ciudad de nacencia cuenta con algún escaño del casi perdido coro renacentista, ello es debido a que un matrimonio de profesores jubilados yankys lo descubrió entre la basura de la seo.
    Además, venero a Sinatra..., que ya es tener tragaderas éticas. Pero uno es artista (no sé si genial o no, tú dirás, que asistes a mis exposiciones).

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  3. Lo de "genial" era obviamente una boutade.

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  4. Lo bueno y lo malo como el bien y el mal están muy cercanos o muy lejanos según se mire. En cuanto a Herr Orff y para terminar el "Trionfi" después de componer Cármina Burana y El triunfo de Afrodita, se le ocurrió componer Cátulli Cármina(Ludi scaenici). La historia cuenta cómo Cátulo, un joven enamorado, bebe los vientos por Lesbia (trasunto de Clodia, esposa de un cónsul romano, de la que Cátulo estaba enamorado en realidad). Como se ve, se mueve en todas direcciones y aspectos, y para colmo se le ocurrió estrenarlo en Múnich en 1943(funesto año para alemanes nazis y filonazis, aunque también funesto para todos los demás).
    No obstante, también he conocido y conozco alemanes excelentes que habitan en el actual verdugo de Grecia. Y NY extraordinario siempre.

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    1. Siempre extraordinario, diga lo que diga mi querido amigo "tiquismiquis".Ya nos está esperando, cielo. Un beso enorme (en plena sobremesa).

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  5. W. (que explica su tiquismiquez).2 de mayo de 2015, 20:49

    Pues, queridos paisanos, nadie niega la extraordinariez de N.Y. Y aunque sé que os referís a que es una metrópolis estéticamente muy atrayente, uno no querría vivir en un país tan esquizoide, en donde conviviesen en estrecha vecindad lo sublime con lo horrendo: uno es surrealistilla pero no tanto como para apetecer semejantes sobresaltos potenciales. No me gustan los ciclotímicos. Además, no le das las buenas evenig a un gorila uniformado e igual te pega cinco tiros por la espalda. Y si te ves en un fregao de miranda igual terminan inyectándote la letal porque no has podido demostrar en un juicio en dónde estabas el saturday aquel de hace nueve semanas y media, o porque no tengas parné para comprar los servicios de un voraz abogado de tronío, o porque caes en las garras de un jurado de mayormente alucinados del tea party y que te vean cara de demócrata evolucionista. Que no, que no quiero vivir (muchísimo menos admirar) a un país de semejante catadura. Que nosotros malvivamos en esta desdichada pocilga carpetovetónica no obsta para que podamos emitir un juicio objetivo: objetivamente yankylandia es una selva despiadada, heredera de los peores jueces de horca, Biblia y y colt 45 sobre la mesa. Y también se dan los arquitectos chapuzas, don Manuel, que Lloyd Wright era como Calatrava, que hacía dibujos muy monos sobre el papel pero luego se le caían las fachadas a cachos. En Los Ángeles tenía algo suyo, hace años, con un andamio enmallado, por aquello de los cascotes. Y del Guggen, qué decir, que además de parecer la rampa espiral de un parking de superficie hubo necesidad de gastar lo que vale un portaaviones en reparar tanta llaceria. No sé si lo de la "cascada" resiste aún...
    Pero si hasta Woody Allen prefiere vivir en Oviedo... Claro que mientras no se entere de que el general Yagüe (que tanto se esforzó por ayudar a los nazis a que eliminaran a sus hermanos de raza judíos), tiene todavía hoy una calle dedicada a él. Y bien cerca del Reconquista... Cualquier día se fija y sale escopetado para el West Village. Y no vuelve, no.
    Y que conste que servidor es germanófilo no convencido.
    Saludos tiquismiquis.

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    1. Jajaja, eres total, Werther querido. No dejas títere con cabeza. Pondré la mía a buen recaudo, por si te da por cortármela. Besos, besos

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