"Entre sorbo y sorbo de agua, con la noche ya cerrando, el viejo anduvo merodeando por el lugar y al rato regresó con un ramillete de hierbas y un panal abandonado. Formó un hogar con rocas y encendió fuego. Sobre una sartén ennegrecida vertió un chorro de aceite y frió hojas de llantén y de caléndula. Un extraño olor se sumó al coro de aromas que emanaban de los animales y del secarral anochecido.Trazas de regaliz, orégano y jara. Tierra seca. Recuerdos de la higuera cautiva. Excrementos y orines de las cabras, queso agrio y alguna bosta fresca del burro a pocos metros, con su pestilencia húmeda y tibia. Sobre el refrito caliente de hojas, el viejo fue rompiendo trozos de la cera del panal y, cuando lo hubo mezclado todo, empapó con el mejunje jirones de tela sucia. El chico, tumbado junto a la palmera, dejó que el viejo le envolviera la cabeza con su remedio sin rechistar, en parte por debilidad y en parte por necesidad."
Tenía ganas de leer este libro, que resultó un boom hace dos años, considerado como el mejor del 2013 para los libreros de Madrid. Es la primera novela de Jesús Carrasco, y los críticos le comparan a Delibes, a Donoso, a Hernan Rivera Letelier. Mientras lo leía, fascinada por la pureza de su estilo, la contundencia y sonoridad de su castellano, sí me recordó a Delibes, pero no pensé en los otros dos hasta que repasé sus críticas. Y creo que tiene razón: su novela tiene ecos de ambos.
La historia es poderosa, el estilo depuradísimo, el lenguaje de una intensidad y una pureza deslumbrante. Os lo aconsejo.
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