No todo está perdido. Aún es posible mirar y tratar de
intervenir. Puede parecernos poco y, si bien nada resulta fácil, es preciso
proseguir. Y, atentos, hablar y leer, y escribir, y dibujar, y cantar. Incluso,
danzar. Y ensayarnos y experimentarnos. Y siempre pensar. Y laborar. Y
relacionarnos. En ocasiones, no encontramos buenas razones para ello, pero eso
mismo podría ser un buen motivo. No es preciso esperar a que llegue la
oportunidad, hay que procurar hacerla venir.
Hay momentos en que, con el pretexto del calendario, algo se
abre hasta ofrecerse. No es un tiempo ya dado que, como bien sabemos, nunca nos
está garantizado. Podría ser mera necesidad, una urgencia, a lo mejor, un
deseo. Entonces no es fácil sustraerse a esta convocatoria, que no es simplemente
de fechas, la que quizá nosotros mismos nos enviamos, la de mejorar, la de no
cejar. Y la de empeñarnos más allá de lo convencional, de lo aconsejable, de lo
predecible. Desde la experiencia de creer que no tenemos remedio, sin embargo
sentimos que algo otro está en nuestras manos, y nos ponemos a la tarea.
Mientras nos enredamos en dilucidaciones, en la vorágine en
la que encontramos dificultades hasta para que algo vivo suceda, conviene no
olvidar que no todo está dicho, ni clausurado. Ni tan siquiera la comodidad ha
pronunciado su última palabra. Y no nos plegamos. Lo llamamos curiosidad, y lo
es. No solo la de interesarnos por lo que parece concernirnos directamente,
sino la de ver si somos capaces de formarnos, de ser otros. Se abre el espacio
para pensar de manera diferente. Y, a su modo, tanto nos alegra como nos
asusta.
(...)
Es tarde. A su manera siempre lo es ya para algo. Pero
estamos a tiempo de vivir y de propiciar lo que está por acontecer. La cultura
no se limita a asistir al espectáculo de lo que pasa, ni a convertir en
espectáculo cuanto ocurre. Hacer suceder es una forma singular de mirada, es un
acontecimiento. Podemos llamarlo contemplación. Lejos de ser una pasividad, es
una modalidad de acción que es capaz de ver incluso lo que hace que ocurra. Y
de procurarlo. Más que su causa, es su condición de posibilidad. Y es ahí donde
el artista, el pensador, el creador, lo que de ello aún late en cada uno de
nosotros siquiera torpe e incipientemente, nos insta a efectuar. El desafío nos
desborda. No más que el tiempo que parece ofrecérsenos y que se desdibuja sin
nuestro actuar. La cultura nunca es una posesión. De nadie.
Os ofrezco un fragmento de un artículo firmado por Ángel Gabilondo publicado por el diario El País el 2 de Enero de 2015. En el enlace lo encontrareis completo.
Por si Merkel osara amenazarnos.
ResponderEliminarHagamos acopio de cantidades ingentes de semillas de algarrobo, nabo, remolacha, centeno, trigo, maíz, cebada y mimemos los olivos como a la abuela nutricia que nos sostiene con la parca pensión de viuda antigua. Emprendamos cursillos de reciclaje de ropa y de corte y confección y que pacientes costureras nos enseñen a revertir la tela de un traje o a poner un remiendo en la codera. Que no se tire al contenedor una botella intacta de vidrio ni se queme un litro de gasoil por darse un garbeo en día de asueto. Volvamos al cine de barrio y quitémosle los platinos al televisor. Los domingos, vino cosechero y un cucurucho de aceitunas solares. Démosle vida renovada al sufrido gremio de los zapateros remendones, al de los afiladores de tijeras, a los componedores de paraguas. Y que las mujeres no tiren las medias con carreras, que van a florecer como setas los letreritos de "se cogen puntos a las medias". También se han de ver muchos huevos de madera, esos que se meten en el talón de los calcetines viejos que necesitan un zurcido. A los niños, no les va a faltar su tebeo semanal y por el santo o el cumpleaños sabrán qué preciosos caballos de cartón se hacen con los viejos periódicos prensados.
Y los obreros volverán a la taberna al salir del trabajo y se retirarán tempranito porque ponen teatro en la radio de la cocina. Y las lámparas de lágrimas de cuarzo dejarán su sitio a la suficientes bombillas de cien watios y los flexos con su luz azul sedarán la vista quemada por el halógeno. Y...
Y volveremos a una economía de guerra, y nos pararemos por las esquinas a leer los bandos, las proclamas, las consignas. Y las calles y las amplias alamedas de las ciudades y de los pueblos serán los paseos, puntos de encuentro de los jóvenes que se cruzan, arriba y abajo, entre miradas furtivas y arreboles en las mejillas.
Volveremos a ser un pueblo austero, con apenas lo suficiente para sobrevivir con decoro. Y sobre ese decoro habremos de construir una nueva sociedad, como aquella que teníamos antes de que tomara el camino errado, por seguir a chamarileros y a traficantes de mala entraña.
Merkel: no pasarás.
No me cabe duda de que no pasará, pero durante este año la campaña del miedo será bochornosa. Resistiremos, Fred!!!! Un beso
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