Hay racimos de soledad en tus manos, desposesiones más
antiguas
que la sangre.
Huyen los años de tus ojos como bandadas de cometas por las
plazas maduras.
(Sólo quedan los bueyes rumiando su tristeza.)
Has conocido, entre gavillas de silencio, el sabor amarillo
de mis pasos,
el humo indescifrable de las brasas sin tiempo.
Nunca mi lejanía se amasó con barro, pero puse en tu boca
las yemas más
quemadas y los besos más lentos. Nunca mi lejanía se espesó
hasta tu cuerpo.
Como una fuente vieja, azul desde su olvido, arrinconaste el
miedo
en arcas inviolables.
Ni siquiera el dolor estalla entre tus labios. Ni siquiera
la antigua,
la salada tristeza de mis besos.
Precioso.
ResponderEliminarComo todo (casi) lo escrito por Llamazares. Ahora estoy con su último libro (Distintas formas de mirar el agua). Una nueva maravilla, desde mi punto de vista.
Saludos!
No lo he leído todavía. Lo compraré, me entusiasma su poesía. Un abrazo fuerte
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