Budapest, primeras impresiones II

Ayer os hablaba de la monumentalidad de Budapest, del rastro de pasadas glorias que conserva la ciudad. Pero a su lado convive la decadencia, como una vieja dama cuya belleza de juventud sufre los estragos de la vejez. La decrepitud se encuentra por doquier. Aunque hay edificios en proceso de restauración, tanto en los comercios de los barrios como en los patios de las grandes mansiones se descubre el momento económico que vive la ciudad. Me impresionó la cantidad de indigentes que te encuentras en la calle (a una madrileña, acostumbrada -qué horror tener que reconocerlo- al nivel de pobreza que vivimos aquí), personas de todas las edades pidiendo limosna o durmiendo tiradas en la calle. Vi como una ambulancia se llevaba a primera hora de la mañana a un hombre que dormía en la calle, después de una noche heladora.

Este es un pueblo sufriente y digno, acostumbrado a sobrevivir bajo el yugo de los imperios colindantes. Van camino de un capitalismo feroz, recién librados de la influencia soviética. Triste sino el de estos pequeños paises centroeuropeos.