Mi segundo descubrimiento de la tarde fue Gurrelieder (Canciones de Gurre), de Schönberg, una de las piezas más hermosas que yo he escuchado en mi vida y de la que, como de tantas otras, no tenía noticia. Ser tan ignorante tiene la enorme ventaja de descubrir de cuando en cuando joyas como esta que, como a San Pablo, te tiran del caballo y te dejan conmocionada. Cuando se diluyó el último acorde yo lloraba de felicidad allí sentada, olvidada de todo excepto de esa maravillosa música que me había transportado fuera del mundo.
Gurrelieder forman un ciclo lírico en base a los poemas de danés Jens Peter Jacobsen traducidos al alemán. Consta de tres partes: en la primera, cantos exaltados, amorosos o lúgubres del rey Waldemar y su enamorada Tove; en la segunda, asesinada Tove, escuchamos la desesperación del rey; la tercera habla de la caza nocturna de Waldemar, que finalmente logra alcanzar la paz. Las voces corrieron a cargo de la soprano Christine Brewer, la mezzo Catherine WynRogers, los tenores José Ferrero y Andreas Conrad y el bajo Albert Dohmen.
Os dejo con una versión magnífica: Rattle a cargo de la Filarmónica de Berlín.
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