Cuenta Shore que a los seis años le regalaron un equipo muy rudimentario de revelado fotográfico para que se familiarizara con los procesos químicos, y que durante los siguientes dos años se dedicó a positivar las que hacían sus padres, hasta que a los ocho comenzó a hacer las suyas y un año después tuvo su primera cámara. En la exposición podemos seguir sus pasos desde entonces, y su evolución es realmente sorprendente.
Me gustan especialmente sus fotografías de calles, aparcamientos, gasolineras y supermercados, moteles y restaurantes de carretera, con ese aire desnudo, de tiempo detenido. Me encantan las instantáneas de habitaciones de hotel, con restos de desayuno en una bandeja o sus pies asomando sobre la cama. Esa tensión de los objetos cotidianos aislados de su funcionalidad, Recorriendo la exposición a veces me parece estar contemplando la obra de varios artistas diferentes: algunas fotografías parecen casuales, en cambio otras series resultan mucho más formales, como si el autor se distanciara del objeto. Es una exposición interesante que os recomiendo.
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