Lo que consigue transmitir Mischa Maisky a través del chelo es realmente extraordinario. Es ese punto de genialidad que está más allá del virtuosismo; una relación especial con el instrumento; una manera de hacerlo vibrar, de acariciarlo, algo inexplicable pero que logra, siempre que le escucho, emocionarme como ningún otro solista.
Anteayer lo volví a experimentar en el Auditorio (de vuelta a Madrid. Interrumpo mi relato del viaje a Alemania para hablaros de este concierto), junto a la Mannheimer Philharmoniker, dirigida por Boian Videnoff. Es esta la orquesta más joven de Europa, fundada por su director en 2009, y me sorprendió lo estupendamente que sonó bajo la briosa batuta de su también jovencísimo director. Acompañaron a Maisky más que correctamente en su Concierto en La menor para violonchelo de Schumann (hermosísimo); comenzaron con el Coriolano Op. 62 de Beethoven y cerraron con la Sinfonía nº 3 en La menor "Escocesa" de Mendelssohn. También disfruté enormemente de esta preciosa sinfonía, una de mis preferidas.
Mientras escribo escucho a Maisky interpretar las Suites de Bach. Lo comparto con vosotros:
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