Cómo me gustaría saber transmitiros la maravilla de concierto que he escuchado esta tarde (ayer para vosotros) en el Auditorio de Madrid. Se estrenó la temporada de Ibermúsica nada menos que con la Filarmónica de Viena dirigida por Daniele Gatti, actual director titular de la Orquesta Nacional de Francia, en mi opinión uno de los grandes directores de orquesta en la actualidad. Verle dirigir es un privilegio. Y al frente de esta orquesta extraordinaria es fácil que suceda el prodigio. Para mi total felicidad, han interpretado la 2ª y la 4ª sinfonías de Brahms.
No sé qué puedo deciros, a parte de que corráis a haceros con ambas, mejor con las cuatro que compuso el músico alemán, os coloquéis los cascos y os aseguro unas horas de total felicidad. Las cuatro son igualmente extraordinarias, aunque reconozco que el cuarto movimiento de la 4ª me transporta a otro mundo, me conmociona siempre, me conmueve profundísimamente. Eso es belleza en estado puro. Es asombroso, incalificable.
Así que he vuelto a casa sobrevolando la realidad, y os escribo aún bajo su hechizo. Ni siquiera las consabidas toses y la ancestral mala educación de quienes abandonan la sala mientras los músicos aún reciben los aplausos (mucho matrimonio peripuesto del patio de butacas, mucho dinero y nula urbanidad), han logrado enturbiar mi felicidad.
Os dejo con el cuarto movimiento de la Sinfonía n. 4. No es la Filarmónica de Viena, ni Gatti su director, pero es lo que he podido encontrar. Espero que lo disfrutéis.
Gracias por compartir estos momentos con los que no podemos asistir en directo.
ResponderEliminarBrahms es puro sentimiento...¿qué me dices del concierto para violín y orquesta? ¿y de las sonatas para cello? ¿y......? todo, todo Brahms.
También a mí me molesta que, cuando aún está flotando en el aire el último acorde, muchos rompan a aplaudir sacándote bruscamente del estado mágico en el que te encuentras.
Un fuerte abrazo de sesentona.