"Buenos días, princesa". Caminando por Gijón me encuentro esta frase pintada en el suelo y me trae recuerdos casi olvidados. Hace muchos años que no entro en Asturias a través del Puerto de Pajares, pero allí, en grandes letras pintadas en la roca, mirando al valle que se abre amplio y profundo, salpicado de aldeas y casas de labor colgadas de las montañas, alguien escribió: "Te quiero, amorín". Tengo la seguridad de que, en días claros, la destinataria de la declaración de amor podía verlo desde su casa. Antes de que se construyera el túnel del Huerna, llegar a Asturias era una hazaña que los asturianos acometían con arriesgada naturalidad, jugándose el tipo curva tras curva, con niebla en la mayoría de las ocasiones. En Pajares nos mareábamos todos los niños y nuestros padres se las veían y deseaban para mantenernos entretenidos hasta encontrar un lugar donde aparcar unos minutos y aliviar nuestro malestar. Recuerdo mi alegría, entonces, cuando llegábamos al "te quiero, amorín", y el festejo que esas palabras desataban en el interior de nuestro coche.
Quiero pensar que el responsable de este doliente "pensar que tú y yo teníamos algo" no es el mismo que el del cariñoso saludo anterior. Mi natural romántico... Cierro con una sonrisa.
Te he conocido por otro blog al que sigo fiel todos los dias, y me ha llamado la atención tu amabilidad. Me atrevo a escribirte para decirte que me gustan esos pequeños recuerdos que marcan la niñez y juventud de algunas personas que creo que somos afortunadas por recordarlos.
ResponderEliminarte he conocido por otro blog al que sigo incondicional. Me atrevo a comentarte que me gusta que hagas mención a esos pequeños detalles que marcan la niñez y juventud de algunas personas, creo afortunadas, que podemos recordar y asociar con momentos felices.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por asomarte a mi casa. Sí, somos afortunados. espero verte más a menudo por Mi casa. Bienvenido, y un abrazo
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