"Ocurre en literatura como en la vida: de cualquier lado que uno se vuelva, choca enseguida con el incorregible vulgo de la humanidad. Existe en todas partes por legiones, llenándolo todo y manchándolo todo, como las moscas en verano. De ahí la cantidad innumerable de malos libros, esa cizaña parasitaria de la literatura que quita su nutrición al trigo, y lo ahoga. Ellos acaparan el tiempo, el dinero y la atención del público, que pertenecen de derecho a los buenos libros y a su noble destino, al paso que aquellos están escritos con intención de aumentar la bolsa o de procurarse plazas. No solo, pues, son inútiles, sino que son positivamente perjudiciales. las nueve décimas partes de toda nuestra literatura no tienden más que a sacar algunos thalers del bolsillo del público. Autores, editores y críticos han hecho un pacto serio con tal objeto."
(...)
Consagrémonos exclusivamente a las obras a los grandes talentos de todas las edades y de todos los países, que la voz del renombre designa como tales y que se elevan por encima del resto de la humanidad. Tan solo ellos forman e instruyen realmente el espíritu.
Nunca se leerá demasiado poco lo malo, ni con exceso lo bueno. los libros malos son un veneno intelectual, que destruye el espíritu. Y porque la mayoría de las personas, en lugar de leer lo que se ha producido de mejor en las diferentes épocas, se reducen a leer las últimas novedades, los escritores se reducen al círculo estrecho de las ideas en circulación, y el público se hunde más profundamente en su propio fango."
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