La mezcla de estilos se constata a lo largo del laberíntico recorrido por las estancias del palacio. La arcada gótica que os muestro sobre estas líneas se abre a la denominada Sala de los Cisnes, antiguo salón de audiencias, cuyo nombre se debe a los 27 cisnes representados en los casetones del artesonado del techo. Según la leyenda, el rey Joao los mandó pintar cuando su hija Isabel cumplió 27 años.
Su cualidad de alcázar se corresponde con la austeridad de sus interiores, realzados por elementos constructivos tan hermosos como estas dos arcadas que os muestro o los maravillosos azulejos que recubren las paredes.
La Sala das Pegas, o de las urracas, que os muestro arriba, remite a una leyenda según la cual el rey Joao fue sorprendido por las damas de compañía de la reina mientras besaba a una joven, lo que el monarca justifico asegurando que lo había hecho "sin malicia". La explicación no satisfizo a la corte y, como venganza contra las murmuraciones, mandó pintar en los artesonados tantas urracas como damas (136) había en palacio. Sobre estas líneas, la Sala del rey Sebastiao, recubierta de maravillosos azulejos sevillanos del siglo XVI simulando una enredadera.
La sala más imponente del palacio es la de los Blasones, situada en la Torre da Meca, una habitación de planta cuadrada cubierta por una cúpula octogonal de una altura casi tres veces superior a los muros, con símbolos heráldicos en el artesonado. Las paredes están recubiertos de azulejos del XVIII representando escenas de caza. Una belleza.
Pero la pieza que más me ha gustado es la capilla, situada en la zona más antigua del palacio, con las paredes recubiertas de azulejos del siglo XV. Es una pequeña joya, la bóveda central con artesonado geométrico en madera de castaño y roble, del siglo XIV.
Siempre que visito un palacio o la casa donde vivió algún personaje ilustre me intereso especialmente por la cocina y las áreas de servicio, habitualmente despreciadas por los conservadores. Me alegró que no fuera este el caso. Bajo las grandes chimeneas cónicas, esta espectacular cocina, donde se preparaban los almuerzos reales, especialmente diseñada para recibir la caza a la que sus moradores eran tan aficionados. Según me contó un amable vigilante, los reyes solían entrar directamente por ella cuando desmontaban sus caballos, en la parte posterior del jardín.
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