Desde la estación de Santa Apolonia el metro me dejó en pleno Chiado, a los pies del café A Brasileira, lugar de peregrinación para todos los amantes de la obra de Fernando Pessoa, cuya imagen en bronce preside la entrada al café. Enfrente, el monumento a António Ribeiro, conocido como O Chiado, fraile franciscano del siglo XVI, poeta y, tras colgar los hábitos, actor, muy querido en la ciudad. Al fondo, la Plaça Luis de Camoes, y a la derecha, la Rua Garret. No podía contar con un desembarco mejor.
Entro a desayunar en A Brasileira, que se conserva tal como la recuerdo cuando la visité por primera vez, hace treinta años. Y que presume de mantenerse tal como la frecuentó Pessoa. Mi espíritu mitómano se siente feliz. Luego, en la esquina de la Rua Garret, realizo la siguiente parada de mi particular via crucis lisboeta, la librería Bertrand, un lugar mágico con una excepcional oferta literaria, fundada en el siglo XVIII por los hermanos Bertrand, lugar de encuentro de artistas e intelectuales. Es muy temprano y permanece cerrada, así que pego la nariz al cristal de la puerta y espío su precioso interior, tapizado de espléndidas librerías de madera desde el suelo hasta su techo abovedado.
Desciendo la Rua Garret hasta el elevador de Santa Justa, un precioso ascensor que une el Chiado con la Plaça do Carmo, en el barrio de La Baixa Pombalina, construido en 1902. Paseo embobada, recordando rincones, viendo como la ciudad va despertando poco a poco.
Camino por la Rua do Ouro. Las tiendas aún no han abierto, las calles están casi desiertas, brillantes de lluvia. Arrastro la maleta y de repente siento que me resulta algo más pesada. Me vuelvo y veo un perro pequeño al que voy arrastrando, sus mandíbulas firmemente asidas a una esquina de mi equipaje. Mueve el rabo enloquecido, mientras su amo le llama desesperado. Me paro, le hago fiestas, suelta la maleta y corre encantado a mi alrededor. Me lo hubiera quedado de buena gana. Ya sin perro, llego a la Plaça do Comercio, a la desembocadura del Tajo. Una belleza.
Me recuerdo aquí mismo con mi hija adolescente y siento una enorme nostalgia. Soy un ser nostalgioso. Soy "propensa", como diría aquella niña de La primavera con una esquina rota de Benedetti, aquella que escribía cartas a su padre preso. Ella era "propensa" a los catarros, yo a la nostalgia. Me lleva ventaja, un catarro se cura con más facilidad.
Una ciudad con tranvías es una ciudad sabia, que conoce el valor del tiempo. Dejo atrás el río y subo por la Rua da Prata, cruzo la Plaça do Rossio donde se encuentra otro café que me encanta, el Nicola, en los bajos de la casa donde vivió Eça de Queirós. Pero el destino de mi viaje no es Lisboa, sino Sintra, así que me dirijo a la estación del Rossio, desde donde sale mi tren. Por el camino, muy cerca de la estación, me topo con un establecimiento que oferta armas, entre ellas espingardas, y recuerdo que así me llamaba mi abuelo cuando era niña. De nuevo me asalta la nostalgia. Y os dejo con la fachada de la estación, un precioso edificio neomanuelino de finales del XIX. Los próximos días, Sintra.
Estoy en Portugal, no es un sueño. Un pequeño homenaje.
Agora que já sei/Que não me vais ligar/ Percebo/Que as gotas
da chuva/Caindo sobre mim mornas/De este
verão já esgotado,/Serão as únicas/Que formarão ondas/Na água quieta/Do lago da
minha alma,/Já que não será a tua voz/O bálsamo que aliviará as minhas feridas
Empapado por fora,/Encharcado por dentro/ Percebo/Que não serão os teus braços/que me
sequem/e não se perderá a minha boca/no teu pescoço branco/erguido, orgulhoso/bastião
intransponível/cercado pelo teu cabelo/violento e amazónico/escuro como esta
noite
Andando pela rua/Pouco acolhedora e estranha/ Percebo/Que só os meu passos/Os que soam
monótonos/Tomando um ritmo lento,/De fado e tristeza,/Descendo uma ladeira,/Calçada
e lembranças./Húmidos os dois/De esta chuva morna/De este verão já esgotado.
Esta preciosa canción se la debo a Enrique de la Peña, responsable de un blog que os recomiendo, Blogscriptum.
Más sobre Sintra.
Más sobre Sintra.
Entrañable ciudad. Casi sin darme cuenta, desde hace un tiempo, estamos yendo una vez al año. A lo mejor sólo dos días. Pero ya hay rituales lisboetas que cultivamos con placer.
ResponderEliminarIncreíblemente, hay gente a la que Lisboa no le dice nada.
Entrañable entrada, también.
Un beso.
Lisboa, Portugal entero es, increiblemente, muy desconocido para los españoles. Y es un país maravilloso, de gente encantadora donde siempre te sientes en casa. Me alegro que compartamos el amor a Lisboa. Un abrazo muy fuerte
EliminarSol Pau qué regalo tu viaje para estos ojos y este corazón que anhela conocer Portugal y los lugares donde estuvo Pessoa. Amo a Pessoa,he leído todo lo que hay de él y sobre él. No sé si ya hay noticias sobre la correspondencia que intercambió con Aleister Crowley, el mago inglés con quien tuvo encuentros. Como a Pessoa, me gusta la Astrología y levanté las cartas natales de los heterónimos, según sus biografías y tratar de ver si se corresponde la carta natal y las vidas que les atribuye a cada uno y el estilo de los poemas.
ResponderEliminarTambién hice la de Pessoa y, de alguna manera, su Sol en Géminis habla de "esos otros" que existen dentro y fuera de él.
Aunque algunos amigos visitaron Lisboa y otros viven en Portugal, nadie con su relato me hizo vivir lo que tú, con ese envidiable paseo y esa nostalgia propia de los seres sensibles,corazón de artista, ojos de poeta. Gracias por este regalo!
Todo mi cariño
Celia Romero
Mi querida Celia; cómo me alegra que disfrutes del relato de mi escapada portuguesa. En los próximos días, te iré contando más cosas. Recibe todo mi cariño.
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