Amor
Cuando todo se aquieta
en el silencio, vuelvo
al borde de la cuna
en que mi niño duerme
con ojos tan cerrados
que apenas si podría
entrar hasta su sueño
la moneda de un ángel.
Dejados al abrigo
de su ternura asoman
por la colcha en desorden,
muy cerca de sus manos,
los juguetes que tuvo
junto a sí todo el día,
ensayando un afecto
al que ya soy extraña.
Quien a mí estuvo unido
como carne en mi carne,
un poco más se aparta
cada instante que vive;
pero esa es mi tristeza
y mi alegría un tiempo,
porque se cierra el círculo
y él camina al amor.
Los medios de comunicación recogen la entrega del Premio Reina Sofía de Poesía a María Victoria Atencia, y yo recuerdo un poema sobre un hijo dormido que leí hace tiempo. Lo busco y, milagrosamente, lo encuentro. Os lo ofrezco.
hermoso poema, tan cierto y tan vivo para toda madre, el tiempo pasa tan rápidamente sin darnos cuenta...
ResponderEliminarDemasiado rápido, sí. Luego llegan los nietos, y su infancia vuela más rápido todavía. Y pasa la vida...
EliminarHabrá que agarrarla por los cuernos, verdad Sylvie? Un abrazo, amiga