"¿Por qué habría de querernos el que señalamos nosotros con tembloroso dedo? ¿Por qué ese justamente, como si nos tuviera que obedecer? O por qué habría de desearnos aquel que nos turba o enciende y por cuyos huesos y carne morimos? ¿A qué tanta casualidad? Y cuando se da, ¿a qué tanta duración? ¿Por qué ha de perseverar algo tan frágil y tan prendido con alfileres, la más rara conjunción? El amor correspondido, la lascivia recíproca, el enfebrecimiento mutuo, los ojos y las bocas que se persiguen simultáneamente y los cuerpos que se estiran para divisar al elegido entre la multitud, los sexos que buscan juntarse una y otra vez y el extraño gusto por la repetición, volver al mismo cuerpo y regresar y volver... Lo normal es que casi nadie coincida, y si existen tantas parejas supuestamente amorosas es en parte por imitación y sobre todo por convención, o bien porque el que señaló con el dedo ha impuesto su voluntad, ha persuadido, ha conducido, ha empujado, ha obligado al otro a hacer lo que no sabe si quiere y a recorrer un camino por el que nunca se habría aventurado sin apremio ni insistencia ni guía, y ese otro miembro de la pareja, el halagado, el cortejado, el que se adentró en su nube, se ha ido dejando arrastrar."
Que Marías es un gran contador de historias, un agudo observador de la realidad, un analista lúcido de las pulsiones humanas no es ninguna novedad. A mi siempre me cuesta un poco entrar en su lenguaje; sus circunloquios, sus derivaciones a veces me cansan un poco, y me distraigo, pero siempre me compensa volver porque maneja los tiempos como nadie, enmaraña para luego tirar del hilo y todo se vuelve obvio, nítido. Buena literatura, sin duda.
Gracias por tu visita.
ResponderEliminarTambién te estaré visitando.
Un abrazo.
Un placer. Otro para ti
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