Me encanta entrar en las librerías, aunque salga sin comprar nada, y en las tiendas de grabados y libros antiguos. Aquí las tentaciones son mayores. Preciosos grabados del XIX no excesivamente caros, pero muy por encima de mis posibilidades. Me llama la atención la abundancia de tiendas de antigüedades: Bamberg cuenta con veinte tiendas y negocios de arte, la mayor parte en el casco antiguo.
Quien no haya probado la cerveza alemana no sabe lo que se pierde. Esta cerveza no tiene nada que ver con la que se bebe en España, ni por su variedad ni por su extraordinaria calidad. Durante estos días se puede probar una especial, la Rauchbier, muy ahumada, fortísima, de 16 grados de alcohol. Pero la Pilsner, la básica, es ya una delicia. Actualmente funcionan nueve fábricas de cerveza en la ciudad, de las 65 con las que contaba en 1818, de cincuenta clases distintas. Un gusto juntarse con los lugareños por las tardes en cualquier cervecería, abarrotadas al caer el sol.
Bamberg está repleto de rincones deliciosos, como la floristería que os muestro más arriba, muy cercana a mi casa. Comparte con la Europa "civilizada" su amor por los animales. Me encantó este plato con agua que el dueño de una tienda colocó bajo su escaparate para aliviar la sed de los perros, y el recortable con el que indicaba su uso.
En cambio no me gusta nada la moda que parece haberse apoderado de muchas ciudades consistente en colgar candados en los puentes. Sí me hizo gracia el grafiti que os muestro abajo. Su leyenda: "Los nazis me parecen tontos. Y tú también"
Quiero hacerte una pregunta, Sol. Tengo una opinión muy positiva de la juventud alemana: creo que siempre fui germanófilo, de aquellos que no se dejan cegar por un momento determinado -por funesto que haya sido- de la historia de aquel país, patria que fue de talentos que llevo pegados a la mente desde que me hice hombre (?) y que es ocioso que saque a colación, aunque a...Werther-Goethe, Rilke, Beethoven... no pueda perder la ocasión de mentarlos, tanto han supuesto para mí, por no citar a literatos que sin ser alemanes en sentido estricto -S. Zweig, Joseph Roth (de quien estoy leyendo una obra de prosa maravillosa, "Los cien días")- admiro profundamente. Te quería preguntar si en tu experiencia viajera has constatado esa presunción mía referida a la juventud alemana.
ResponderEliminarBeso.
A mi me gustan los alemanes, jóvenes y viejos. Me gusta su forma de vida, su austeridad, su relación con la naturaleza. Son sentimentales y espontáneos, cariñosos y risueños, al menos los que yo he tenido oportunidad de tratar. Siempre están dispuestos a ayudar. Trabajan duro, se les educa en la responsabilidad desde niños, adoran la música. No pierden la ingenuidad infantil con la edad. Ya sé qué todas las generalizaciones son absurdas, y tiendo a descreer de los rasgos típicos de los pueblos, pero insisto: esa es la impresión que perdura en mi relación con ellos. Besos, querido
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