Cómo me duele a veces no tocarte,
es como si las manos me escocieran,
como si mis entrañas discutieran
en un duelo en que tú no formas parte.
Qué fatal precipicio es desearte,
ansiar tus dientes aunque me escupieran,
adherirme a tu piel y que me hicieran
una herida mortal al separarte.
Sueño con unos ojos que no miran,
con unas manos que saludan solo
y que jamás me rozan ni me llaman.
Los recuerdos enferman, se retiran,
y sosegadamente los inmolo;
la tristeza y el llanto los difaman.
De vez en cuando vuelvo al Ensayo General, de Francisca Aguirre, y siempre me conmueve su desgarradora verdad.
Gracias Sol Pau por este poema.
ResponderEliminarCelia Romero
¡como duelen y desgarran los amores perdidos! pero es precioso verlo así reflejado.
ResponderEliminarUn abrazo
Hermoso poema.
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