En la misma semana, dos magníficos conciertos y dos versiones, completamente distintas, de la Sinfonía Núm. 5 en mi menor de Chaikovsky. Hace unos días os hablaba de la visita a Madrid de la Saint Petersburg Philharmonic Orchestra, dirigida por Yuri Temirkanov, su titular, y el atractivo programa que nos ofreció. Una orquesta a la que yo profeso una simpatía especial. Interpretó, junto a temas de Schumann y Prokofiev, una 5ª de Chaikovsky espléndida. Pues debo reconocer que ha quedado ensombrecida por la soberbia interpretación que hace unos días nos regaló la Royal Concertgebouw Orchestra Amsterdam, dirigida por Mariss Jansons. No sé si, como muchos críticos aseguran, es esta la mejor orquesta sinfónica del mundo, pero sin duda está entre las más grandes. Su 5ª ha sido deslumbrante. Arrancó con hondura y solemnidad y fue creciendo paulatinamente, apasionada, delicada, trascendente. En los últimos años de su vida Chaikovasky expresó su "vehemente deseo de que mi música sea ampliamente conocida y que crezca el número de aquellos que la aman y que encuentran apoyo y alivio en ella". Apoyo y alivio. En mi caso, un deseo ampliamente satisfecho.
Junto a la 5º, el Concierto Núm. 2 para violín y orquesta de Bartók, con Leonidas Kavakos como solista. Otro lujo, una ejecución maravillosa. Os lo ofrezco interpretado por la Orquesta Nacional de España, dirigida por Josep Pons, con Frank Peter Zimmermann como solista.
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