Cada uno tiene cuatro metros de longitud y el título alude a un slogan utilizado en 1956 por Mao Zedong en una campaña publicitaria. Contemplarlas desde el exterior, caminar entre ellas, produce una sensación contradictoria. Por una parte, el encanto de los capullos, sus superficies satinadas y brillantes evocan algo tierno y efímero; pero su colocación, todos en la misma dirección, recuerdan cuerpos atraídos hacia un punto, seres alienados, No miran al sol, parecen reptar por el suelo, hechizados.
Ocho picas sostiene otras tantas cabezas que van evolucionando hasta convertirse en cerdo. No me interesaron nada, como tampoco esta luna enorme de mármol de Carrara, de 140 cm. de diámetro, con la que el artista pretende invertir la órbita del satélite alrededor de la Tierra al invitar al público a rodearla.
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